Afirma el pintor Catalán Antoní
Tapíes, que uno termina pareciéndose a su nombre, por eso desde los catorce
años me he rebanado el cerebro buscando la etiología del apellido Gotopo,
primero en textos históricos de autores que hurgaron los apolillados archivos
de Indias, en la ciudad de Sevilla. Luego en el inmenso compás de la literatura
universal, pero no encontré a ningún autor con ese apellido, ni a ningún
personaje de novela, aunque revise bibliotecas enteras, con la firme esperanza
de encontrar la historia de los hermanos Gotopozok, pero nada que ver. Luego me
convertí durante quince años en un cinéfilo enfermizo, diariamente frecuentaba
el cine Rex, el Alcazar, el Tropical, el Miranda y el Autocine Río de Coro y me
quedaba anclado como un bobo, al final mirando los nombres de todos los que
trabajaron en los créditos de las películas, pero los Gotopo le tienen fobia al
cine, brillaban por su ausencia.
Mi amigo periodista Giovanny Gotopo -
de Quebrada de Hutem- quien ha sido uno de los estudiantes más inteligentes que
ha pasado por la Universidad Cecilio
Acosta de Maracaibo, afirma que el apellido vino de las Antillas Neerlandesas,
pero uno recorre esas islas caribeñas y no encuentra ni siquiera un apellido
parecido, para que uno pudiera decir que el mismo se fue transformando con el
pasar del tiempo. Vamos a poner un ejemplo, mi bisabuelo paterno era de
apellido Van Getten, y mi papá terminó siendo Faneite, es decir que las
secretarias de los registros civiles se encargaron de hacer lo suyo.
Da la impresión que el apellido
Gotopo tiene un eslabón perdido en su evolución, de lo que estamos seguros es que el primer
Gotopo surgió en la población de Cerro Pelón, en el centro de la península de
Paraguaná, luego se extendieron por casi todo el territorio peninsular, hasta
la terrible sequía del año 1912, cuando muchos paraguaneros cruzaron el
desierto a pié en una macabra migración que dejó cientos de muertos en el istmo
de Medano Blanco. De allí surgió el culto a las animas de Guasare, como un
homenaje a los caídos en la resolana, “a los que no pudieron llegar a Coro”,
que también es un paisaje solar pero bañado por las aguas que bajan de la Sierra de San Luis.
Los primeros Gotopo llegaron a Coro
en 1912, - el hambre los dispersó- allí
venía mi bisabuelo Amador, un comerciante malas pulgas, de piel blanca, de ojos
claros, que se quedó a vivir en Coro, pero los otros Gotopo se fueron a
Cabimas, a Maracaibo y a Valencia, buscando nuevas fuentes de trabajo y a su
vez los hijos de estos se dispersaron por gran parte del territorio nacional.
Pero no son muchos, el apellido Gotopo
sigue siendo muy singular, en Caracas siempre me preguntan si ese es mi nombre
artístico, y quedan atónitos cuando les digo que es mi apellido. Mi abuelo
Adolfo Gotopo nació en la población “El Saladillo” a diez kilómetros al norte
de Coro, era Albañil de oficio, tocaba el cuatro y cantaba décimas, tomaba cocuy
blanco mezclado con ají chirel, cazaba iguanas y conejos, recogía datos y
semerucos con los primeros rayos del sol, en el sopor de agosto dormía bajo la
resolana en una silla de cocuiza inclinada a la pared, su plato favorito eran
arepitas rellenas con serpiente tragavenao. Pasaba todo el día jugando con la
serpiente y en la tarde la mataba y se la comía, además tenía una imaginación
deslumbrante, afirmaba que podía hablar con los muertos y que había sido
asustado por todo tipo de espantos y aparecidos: “La bola de fuego”, “una
carreta conducida por un jinete sin cabeza”, “un arreo de mula que iba en el
aire”, etc.
De niño yo me orinaba en la hamaca,
porque me daba miedo ir al baño aterrorizado por sus cuentos. Siempre vistió
camisa y pantalón de caqui y su respectivas alpargatas, un día pasó un fotógrafo
ambulante y lo retrató, luego pasado unos días apareció con la fotografía
retocada de mi abuelo con traje corbata y sombrero, como para que sepan que los
fotógrafos también tienen imaginación. Mi
abuelo Adolfo murió de una forma muy literaria en 1972, después de haber
construido una hermosa casa de bahareque en la calle Garcés, le dio un infarto
y el alcanzó a caminar unos pocos pasos, hasta sentarse en el tronco de un árbol
de olivo desde donde miró la casa y luego murió. Mi madre Isbelia heredó sus
facultades sobrenaturales, también habla con los muertos, sabe leer el cielo,
el oleaje del mar, el canto de los pájaros, posee una glándula de los presagios
que ya hubiese querido la K.G.B
tenerla entre sus filas.
Por estas razones que son muy
subjetivas y pertenecen al ámbito de lo mágico, particularmente creo que el
apellido Gotopo tiene una raíz prehispánica, que somos Caquetíos hasta la
médula y que el mestizaje afrohispano nos dejó el apellido intacto, aunque en
un momento de la historia casi muere de extinción, a saber por lo menudo que
somos ante tanto apellido de origen hispano. Los Gotopo somos paraguaneros,
como las cumaraguas, como los vientos alisios del noroeste, Paraguaná es
nuestra patria espiritual, en ningún lugar del mundo me siento mejor, “la
tierra llama” dice la filosofía popular.
Por eso cuando en 1999 me fui a
estudiar dibujo y pintura en “The Art Students league of New York”, iba
convencido de que en esa metrópolis de veinticuatro millones de habitantes no
encontraría el eslabón perdido de la etiología del apellido Gotopo, y así fue,
ni Gotopo, ni nada parecido, ni en Manhattan, ni en Brooklyn, allí la gente me
preguntaba si mi apellido era africano por su sonido, pero no venimos de África,
porque el gen moreno oscuro se impone, y en la fisionomía de la familia Gotopo
existen rasgos que están mas cerca de lo prehispánico, como los ojos achinados
y melancólicos, los pómulos prominentes, la piel morena amarillenta, el cabello
grueso, las mandíbulas fuertes y la nariz un poco ancha, entre otras cosas.
Yo para vacilarme a las gringas,
cuando me preguntaban sobre mi apellido les decía que mi abuelo había sido un
rey en Nigeria, ellas respondían “tú eres un hombre afortunado”.
Luego en Europa no encontré a nadie
con algún apellido parecido, ni en China, ni en el Medio Oriente, así que a mis
cuarenta y cuatro años llego a la conclusión de que todos los Gotopo vienen de
Cerro Pelón, que ha comienzos del siglo XX, el apellido se escribía “Gottopo”,
según reza en documentos de mis antepasados. La persona que tenía mas
información sobre la familia era el viejo Juan Gotopo, siempre charlábamos en
su taguara en el barrio Pantano Abajo,
pero a nadie se le ocurrió hacerle una entrevista grabada.
El vocablo que designa al parque
nacional Guatopo, en el estado Miranda, es lo que más se le parece a nuestro
apellido y también posee una raíz indígena, por eso no creo que mi apellido sea
Holandés o Italiano, en un principio pertenecimos a lo primigenio, ahora somos
la mezcla de todos los pueblos del mundo.
José Gotopo