viernes, 30 de agosto de 2013

HISTORIA PERSONAL DEL APELLIDO GOTOPO

           


                 Afirma el pintor Catalán Antoní Tapíes, que uno termina pareciéndose a su nombre, por eso desde los catorce años me he rebanado el cerebro buscando la etiología del apellido Gotopo, primero en textos históricos de autores que hurgaron los apolillados archivos de Indias, en la ciudad de Sevilla. Luego en el inmenso compás de la literatura universal, pero no encontré a ningún autor con ese apellido, ni a ningún personaje de novela, aunque revise bibliotecas enteras, con la firme esperanza de encontrar la historia de los hermanos Gotopozok, pero nada que ver. Luego me convertí durante quince años en un cinéfilo enfermizo, diariamente frecuentaba el cine Rex, el Alcazar, el Tropical, el Miranda y el Autocine Río de Coro y me quedaba anclado como un bobo, al final mirando los nombres de todos los que trabajaron en los créditos de las películas, pero los Gotopo le tienen fobia al cine, brillaban por su ausencia.

          Mi amigo periodista Giovanny Gotopo - de Quebrada de Hutem- quien ha sido uno de los estudiantes más inteligentes que ha pasado por la Universidad Cecilio Acosta de Maracaibo, afirma que el apellido vino de las Antillas Neerlandesas, pero uno recorre esas islas caribeñas y no encuentra ni siquiera un apellido parecido, para que uno pudiera decir que el mismo se fue transformando con el pasar del tiempo. Vamos a poner un ejemplo, mi bisabuelo paterno era de apellido Van Getten, y mi papá terminó siendo Faneite, es decir que las secretarias de los registros civiles se encargaron de hacer lo suyo.

          Da la impresión que el apellido Gotopo tiene un eslabón perdido en su evolución,  de lo que estamos seguros es que el primer Gotopo surgió en la población de Cerro Pelón, en el centro de la península de Paraguaná, luego se extendieron por casi todo el territorio peninsular, hasta la terrible sequía del año 1912, cuando muchos paraguaneros cruzaron el desierto a pié en una macabra migración que dejó cientos de muertos en el istmo de Medano Blanco. De allí surgió el culto a las animas de Guasare, como un homenaje a los caídos en la resolana, “a los que no pudieron llegar a Coro”, que también es un paisaje solar pero bañado por las aguas que bajan de la Sierra de San Luis.

          Los primeros Gotopo llegaron a Coro en 1912, - el hambre los dispersó-  allí venía mi bisabuelo Amador, un comerciante malas pulgas, de piel blanca, de ojos claros, que se quedó a vivir en Coro, pero los otros Gotopo se fueron a Cabimas, a Maracaibo y a Valencia, buscando nuevas fuentes de trabajo y a su vez los hijos de estos se dispersaron por gran parte del territorio nacional.

         Pero no son muchos, el apellido Gotopo sigue siendo muy singular, en Caracas siempre me preguntan si ese es mi nombre artístico, y quedan atónitos cuando les digo que es mi apellido. Mi abuelo Adolfo Gotopo nació en la población “El Saladillo” a diez kilómetros al norte de Coro, era Albañil de oficio, tocaba el cuatro y cantaba décimas, tomaba cocuy blanco mezclado con ají chirel, cazaba iguanas y conejos, recogía datos y semerucos con los primeros rayos del sol, en el sopor de agosto dormía bajo la resolana en una silla de cocuiza inclinada a la pared, su plato favorito eran arepitas rellenas con serpiente tragavenao. Pasaba todo el día jugando con la serpiente y en la tarde la mataba y se la comía, además tenía una imaginación deslumbrante, afirmaba que podía hablar con los muertos y que había sido asustado por todo tipo de espantos y aparecidos: “La bola de fuego”, “una carreta conducida por un jinete sin cabeza”, “un arreo de mula que iba en el aire”, etc.
        De niño yo me orinaba en la hamaca, porque me daba miedo ir al baño aterrorizado por sus cuentos. Siempre vistió camisa y pantalón de caqui y su respectivas alpargatas, un día pasó un fotógrafo ambulante y lo retrató, luego pasado unos días apareció con la fotografía retocada de mi abuelo con traje corbata y sombrero, como para que sepan que los fotógrafos también tienen imaginación.  Mi abuelo Adolfo murió de una forma muy literaria en 1972, después de haber construido una hermosa casa de bahareque en la calle Garcés, le dio un infarto y el alcanzó a caminar unos pocos pasos, hasta sentarse en el tronco de un árbol de olivo desde donde miró la casa y luego murió. Mi madre Isbelia heredó sus facultades sobrenaturales, también habla con los muertos, sabe leer el cielo, el oleaje del mar, el canto de los pájaros, posee una glándula de los presagios que ya hubiese querido la K.G.B tenerla entre sus filas.

          Por estas razones que son muy subjetivas y pertenecen al ámbito de lo mágico, particularmente creo que el apellido Gotopo tiene una raíz prehispánica, que somos Caquetíos hasta la médula y que el mestizaje afrohispano nos dejó el apellido intacto, aunque en un momento de la historia casi muere de extinción, a saber por lo menudo que somos ante tanto apellido de origen hispano. Los Gotopo somos paraguaneros, como las cumaraguas, como los vientos alisios del noroeste, Paraguaná es nuestra patria espiritual, en ningún lugar del mundo me siento mejor, “la tierra llama” dice la filosofía popular.

          Por eso cuando en 1999 me fui a estudiar dibujo y pintura en “The Art Students league of New York”, iba convencido de que en esa metrópolis de veinticuatro millones de habitantes no encontraría el eslabón perdido de la etiología del apellido Gotopo, y así fue, ni Gotopo, ni nada parecido, ni en Manhattan, ni en Brooklyn, allí la gente me preguntaba si mi apellido era africano por su sonido, pero no venimos de África, porque el gen moreno oscuro se impone, y en la fisionomía de la familia Gotopo existen rasgos que están mas cerca de lo prehispánico, como los ojos achinados y melancólicos, los pómulos prominentes, la piel morena amarillenta, el cabello grueso, las mandíbulas fuertes y la nariz un poco ancha, entre otras cosas.

          Yo para vacilarme a las gringas, cuando me preguntaban sobre mi apellido les decía que mi abuelo había sido un rey en Nigeria, ellas respondían “tú eres un hombre afortunado”.

          Luego en Europa no encontré a nadie con algún apellido parecido, ni en China, ni en el Medio Oriente, así que a mis cuarenta y cuatro años llego a la conclusión de que todos los Gotopo vienen de Cerro Pelón, que ha comienzos del siglo XX, el apellido se escribía “Gottopo”, según reza en documentos de mis antepasados. La persona que tenía mas información sobre la familia era el viejo Juan Gotopo, siempre charlábamos en su  taguara en el barrio Pantano Abajo, pero a nadie se le ocurrió hacerle una entrevista grabada.

          El vocablo que designa al parque nacional Guatopo, en el estado Miranda, es lo que más se le parece a nuestro apellido y también posee una raíz indígena, por eso no creo que mi apellido sea Holandés o Italiano, en un principio pertenecimos a lo primigenio, ahora somos la mezcla de todos los pueblos del mundo.


José Gotopo

ROMANZA PARA MI MADRE


         

          Mi tío Máximo era mecánico, bohemio y amigo de excelentes guitarristas, trabajaba en el taller de Chucho Borregales, allí también trabajaba Pablito Faneite, un flaquito de ojos verdes fans numero uno de Carlos Gardel, usaba sombrero y un traje claro de lino, tocaba la guitarra e interpretaba todas las canciones del morocho de la cuadra. Venía de una estirpe de contrabandistas, brujos y tamboreros venidos de las antillas y como era de suponer amigo de Máximo quien le propuso un día parrandear en el barrio Chimpire donde el conocía un enjambre de mujeres bellas, así fue que   hicieron su entrada triunfal cantando tangos, pero la mujer que resultó flechada por la elegancia del flaquito, fue la hermana de Máximo, Bella Gotopo de apenas 16 años, enseguida comenzaron un amor clandestino que se hizo publico cuando se hizo palpable el embarazo. Cuando Máximo se entero le cayo a golpes a Bella y luego le dio unas patadas a Pablito, pero el viejo Adolfo los protegió y se los llevo a vivir a la calle Purureche, Pablito trabajo en la refinería de Amuay y eso le permitió hacer su propio taller detrás del loco lindo, Bella compro muchas maquinas de coser y construyo una fabrica de sombreros, luego alquilaron una casa en la calle Brion y después Bella construyó su casa en la calle Aurora, un guitarrista llamado Miguel Camacho la construyó, allí la pareja termino de criar a sus doce hijos, Bella trabajaba hasta las cuatro de la mañana, porque su meta era enviar sus hijos a estudiar en la universidad y lo logro, era una mujer como venida de las comunas del neolítico superior, su filosofía de vida consistía en ayudar a los demás, prefería quedar sin comida, quedar sin ropa , sin dinero porque su misión era proteger y dar felicidad, un amigo la llamo una madre cósmica, siempre atenta a solucionar los problemas de sus semejantes, y lo mas importante, aunque muchos se aprovecharon de su bondad, jamás albergó odio en su corazón,  La recuerdo en si silla mecedora cantando con su preciosa voz una canción de Daniel Santos, yo le construí una casita pequeña con vista a las cumaraguas, en una colina de mi corazón , hace cinco días voló detrás de una migración de torcazas sobre el mar de la ciénaga del cabo, era mi madre, soy una nube de su propio cielo, una turbulencia de su sangre, ando dando tumbos disimulando mi tristeza, sin saber como defenderme de un extraño silencio que me persigue.
José Gotopo

2012

ENTRE CUMAREBO Y YO HAY ALGO PERSONAL



          Estoy cerca de cumplir los cincuenta años y ahora es cuando vengo a escribir sobre PUERTO CUMAREBO,  de niño me pareció la ciudad mas bella del mundo, íbamos en la camioneta Chevrolet de mi papá a visitar a mi tío Máximo, un mecánico bohemio de la CALLE INDUSTRIA, su casa está en una colina desde donde se pueden ver los viejos tejados de almagre, la torre de la iglesia y lo mas hermoso que he visto en mi vida, el azul cenital del mar de las Antillas. Visitar a mi tío era una aventura de ensueño, podíamos bañarnos en la playa porque todavía la empresa CEMENTOS CARIBE  no la había cegado con sus toneladas de piedra, mi tío tenia una novia a orillas del mar y era amigo de los pescadores que arribaban en sus botes peñeros y nos obsequiaban las delicias de su faena. En su casa de la colina mis hermanos y yo corríamos desaforados por la arboleda, luego nos sentábamos debajo de las gigantescas hojas del árbol sagrado de la fruta del pan, allí comíamos imantados por el encanto de ser niños, las Ciruelas de Huesito, la Caña de Azúcar, el ácido Cerezo, la dulce Chirimoya y para cerrar con broche de oro, LA REFRESCANTE AGUA DEL COCO. Luego visitábamos algunas bodegas del centro donde mi madre compraba conserva de Batata, de Plátano y unos dulces de Fororo llamados GOFIOS, maíz tostado con sabor a gloria, después visitábamos EL CLUB BELLA VISTA donde los adultos tomaban cerveza y yo miraba embelesado el oleaje del mar. Al final contemplábamos la puesta de sol y todo Cumarebo quedaba como envuelto en una bruma violácea, hasta que el sol desaparecía por los lados de Médano Blanco. Ya de noche regresábamos a Coro con la esperanza de que mi madre regresara pronto a Cumarebo a vender los sombreros, dos señores se los compraban, uno vivía en un pueblo de la montaña llamado LA CIENAGA, a quien el poeta Luis Alfonso Bueno escribió unos versos que la describen en su esplendor, COMO UNA FLOR TE VES EN LONTANANZA, AL REGAZO GENTIL DE LA MONTAÑA, EN TU LUZ QUE MIRA EL MAR. La casa del comprador tenia un aire mediterráneo, el azul del mar se metía por las ventanas, y en el patio central con balcones colgaba un parral repleto de jugosos racimos de uva, cuarenta años mas tarde volvería a ver estas imágenes en los países mediterráneos del medio oriente. Mi madre se tranzaba el negocio de la venta de los sombreros con aquel hombre pausado, sigiloso y serio, luego los hijos de este se metieron en serios problemas y los fueron matando a tiros uno por uno, yo asistí con mi madre a los velorios, una vez vi a un hombre en un ataúd cuya cara estaba cruzada por una línea de agujeros de balas de ametralladora, en ese velorio vi por primera vez al mítico cantor de la música falconiana TINO RODRIGUEZ, sin sospechar que mas adelante seriamos amigos, el cantaría para mi y yo dibujaría su elegante retrato sepia.


          El otro comprador era el gerente de la FABRICA DE SOMBREROS ECUADOR, en pleno centro de Cumarebo, allí llegábamos con la camioneta de mi papá atascada de sombreros de palma y un obrero los iba pesando en una vieja romana, luego un barco los trasladaba a Jamaica y República Dominicana, eran sombreros de faena para jornaleros, pero un día la FABRICA DE SOMBREROS ECUADOR ardió en llamas y alguien nos aviso y salimos corriendo para Cumarebo y vimos el indomable fuego saliendo a chorros por las ventanas hasta que la fabrica se convirtió en una cáscara negra, un espacio incinerado, un monumento irrecuperable. Mi madre lloraba a cantaros, mi padre fumaba como un preso que presiente su condena, pero ya mis hermanas eran adultas y comenzaban a trabajar, así que mi madre cerró el capitulo de los sombreros y le remató las doce maquinas de coser  a un árabe tacaño de la calle bolívar, treinta años después yo reviviría este capitulo cuando vi la película italiana CINEMA PARADISO, todo lo que puede representar una edificación para una familia, creo que fuimos a la escuela gracias a los sombreros que hacia mi madre y a la receptividad brindada por LA FABRICA DE SOMBREROS ECUADOR, cada vez que paso frente a sus ruinas me persigue el fantasma de la nostalgia. Pero Cumarebo es algo mas que eso, es besar a una muchacha a la sombra de un uvero de playa, es tomarse una cerveza contemplando la bahía, es comerse un MAMEY a las cuatro de la tarde con un murmullo de tortolitas, CUMAREBO son las voces y las guitarras de los versátiles trovadores FAY y MINCHE BLANCO y el inmortal PACHE VARGAS con su canción convertida en himno, QUE LINDO ES VIAJAR A CUMAREBO. Todos estos trovadores cuando iban a CORO con mi tío MAXIMO tomaban café en mi casa, agradezco a dios por este lujo de cardenales pontificios. En CUMAREBO nació mi padre JUAN PABLO BELEN FANEITE QUIÑONES CASTILLO SEFEREN, mecánico, bohemio, y cantor de tangos, de el herede el gusto por la trova y el oficio de serenatero. También puedo decir que fui el primer pintor en retratar a Pache Vargas y el primero en ganar el premio del salón de arte CEMENTOS CARIBE, el día de la premiación conocí a mi amigo del alma al medico Ricardo Mora, a Roger Molina, a Franco Sisirelli, a Florentino y Anita camarillo, a Mario Perales, al concertista de cuatro y docente Amador Mussett. Una vez fui con la escultora Lía Bermúdez a buscar las famosas piedras de Cumarebo mucho antes de que se convirtieran en souvenirs para las repisas de los turistas, en la playa de Barranquita una marea de resaca casi ahoga a toda mi familia habían desobedecido los presagios de mi madre y en la playa de SANTA ROSA conocí a Laura Lucia una flaquita linda de SAN PEDRO aficionada a los caballos de paso y estudiante de literatura, en QUEBRADA DE HUTEM mi abuelo ADOLFO fue atacado por el demonio y ebrio de vida cayo al fondo y se fracturo dos costillas, también recuerdo el asombro de mi hija ANDREA, cuando el primo MONCHE ordeñaba sus cabras debajo de una Retama entre el medano y el oleaje.

Por eso digo que entre Cumarebo y yo hay algo personal, por eso tomare mi caballete con mis pinturas y me instalare un domingo temprano en la plaza bolívar a pintar una vista panorámica del pueblo con su sed de mar, con su anhelo de montaña, una calle en bajada que desemboque en la playa, una bitácora de viaje que me catapulte desde los mágicos días de mi infancia hasta el celaje de los grandes barcos que pueblan tus horizontes.
Jose Gotopo

Maracaibo - 2012

RETRATO DE MI PADRE CON AIRES DE TANGO



Se sabe   que nació en Cumarebo hace doscientos años y aún la memoria no le falla, su madre joven ausente es el recuerdo  de sus dos años, por eso le negaron la ternura  y tuvo que trabajar desde carajito, su tía Thilvania enseñándole los quehaceres del mundo cotidiano, la ficción que brota de sus labios es genética pura,  se llama Juan Pablo Belén Faneite Quiñones Castillo Seferén y para evitar trastornos Pablo Faneite para servirles, descendiente legitimo de españoles y holandeses,  lo único que tiene de negro es el pelo, lo demás es andar bien pulío para eso su primo Lorenzo traía los trajes más impecables de algún puerto remoto y cosmopolita.

Un carro nuevo en la puerta es algo necesario, para eso trabaja desde los 12 años, ha sido zapatero, albañil, carpintero, mecánico, panadero, camorrero en la esquina de punta de basura, ha peleado más de cien veces y nunca se le cae el sombrero borsalino para eso es protagonista.
Desde que Jordán Falcón trajo el primer carro a Coro en el año 28 la mecánica ha sido su obsesión, por eso los norteamericanos querían llevárselo a reparar camiones en la guerra de Vietnam, pero prefirió quedarse por los alrededores del "Loco Lindo" por si llegaba algún disco de Julio Jaramillo, no obstante reviso de pie a cabeza el camión del general Jurado hasta que le arrancó los cauchos macizos a pedazos para hacer pelotas de goma.
Le encantaba hablar de aviones, dijo haber presenciado en el año 34 el primer aterrizaje de un avioncito alemán en estas tierras de resolana, "La pista era muy estrecha y el pájaro de hierro toco tierra, descabezando cuanto cardón tocaba hasta que se detuvo con las alas destrozadas, el piloto se regreso por tierra y la nave quedo como chatarra extraña a orillas del campo”.
Dicen en el café nocturno que aún no supera la muerte de Gardel, esa maravilla del sur que vio de cerquita en el celuloide del teatro Armonía, su primo Carlos Ramón "el gato", era portero de ese templo malogrado por la colilla de un cigarrillo que esboronó los sueños y al igual que el purgatorio hizo salir a los genios de la pantalla grande por las ventanas incendiadas, "Hasta que las vigas de acero se volvieron conservas", y las canciones del morocho de la cuadra se esfumaron en la humareda.
En el vagón del tren "La Machetera" viajó varias veces de Coro a La Vela porque viajar fumando era como irse para adentro dejando una estela caligráfica en el cielo.
Secuestrar al maestro Manche implica un retorno a los rituales, Brandy más una cuajada de queso, los ranchos se llamaba el barrio, dios lo cría y ellos se juntan Virgilio Ruiz, Chucho Veliz, Pedro Antonio y Miguel Camacho, tiene la palabra la guitarra, la nostalgia gana por nocaut, Panchon Faneite lo enseño a sonar los bordones, después vino la parranda y la admiración por Buchito Peña, Chive Mora, Adán Fornerino, Chuchanga Madrid, Pache Vargas, él los conoció en ese pequeño Brodway que era la radio Coro (la vieja) de Roger Leiba.
Dispara un tango y todo lo demás va contra los relojes de las torres de las iglesias. Del Colegio Falcón salieron Ely Galindo, Chente Beaujon, Alberto Henriquez, Aristides, Miguel Angel Aguillón y otros que vieron desplomarse la pantalla de ocho cines y la tienda más surtida de la ciudad la de Abigail Aguillón que vendía lo inconmensurable por docena y guitarras españolas, ellos padecieron la agonía solitaria del río, asesinado a mansalva por la represa, que buena vaina maestro Pablo, ya los mangos no dan para viajar a Buenos Aires.
Más de una vez lo vieron rezando el credo al revés para atrapar seretones, "nadie los veía pero al final aparecían desnuitos en pelota pidiendo perdón".
En punta e` basura era una fija "Esa zona la inventé yo, pregúntele a Chico Polo nosotros dos usábamos garrote, era una obligación, costumbres rancias, en esa época se comía mucho pan de horno y uno andaba bien maiziao, una vez le eche un coñazo a uno en la esquina de punta e basura y fue a caer elevao en el aeropuerto".
Hace más de treinta años le esta contando los días a Fidel Castro y el hombre no suelta prenda, para matar el tiempo le da por hablar ingles combinado con papiamento, nunca en su vida toma agua "Eso no es alimento", odia la pepsi cola y defiende a los gringos, acérrimo jugador de domino, narrador oral como ninguno mejor que Cortazar y García Marqués, asesino de hormigas, cada tarde planifica sus masacres en el tronco de una acacia "hoy maté como doscientas". Presenció la Segunda Guerra Mundial desde la bahía de Carirubana viendo pasar los acorazados parsimoniosos hacia la matanza.
Nadie se lo cree pero dice haber repartidos papeletas del partido comunista en el cine San Antonio, siendo pelotero del equipo royal se metió a copeyano, a Hugo Fernando Oviol lo conoció en el Bar "Loco Lindo" y a Polito Acosta Blanco a que Expertación Irahola, el recuerdo lucido de la parranda es el verbo que lo sostiene al margen de su elegancia, un cigarrillo flota entre sus dedos desdibujando un tango, un submarino hundido en Punta Macoya, un accidente Aéreo en Medellín.


CORO, DICIEMBRE DE 1991

ELEODORA HERNÁNDEZ, ALIAS MALOLA



           Bajó desde la sierra de Acurigua en burro, un día completo saliendo a las cuatro de la mañana para llegar en la noche a Coro, buscando mejorar la vida, allí una hermana casada le dio alojo, no solo a ella sino a su esposo y a esa chorrera de muchachitos. Pero la mala suerte andaba merodeando y a Malola se le murió el esposo, entonces tuvo que fajarse a lavar y planchar cerros de ropa ajena para alimentar a sus pequeñitos y mandarlos para la escuela y al final triunfó porque sus hijos se graduaron en la universidad y ella pudo dedicarse tranquilamente a hacer sus arepas peladas y a darse una vuelta todas las mañanas por el mercado a ver si encontraba una buena costilla de chivo salado. El resto era recoger los Cerezos y los Tamarindos en el solar de la casa del callejón Cristal, donde vivía con su hija Dominga, una institución en el campo de la enfermería. Malola era un personaje de los mas populares en el barrio Chimpire, está fotografía se la tomé en plena calle Aurora, frente al deposito de los camiones de café Madrid. Años después me enteré que una fractura de cadera se la llevó de este mundo, le faltaban tres meses para cumplir cien años, esto me lo dijo por teléfono mi sobrina Brindicy , yo estaba en Beirut contemplando el Mediterráneo desde una colina,  allí elevé una oración de gratitud , un silencioso homenaje a su eterna sonrisa, a su cálida ternura.

José Gotopo

La Pintura en Cuarentena, José Gotopo - Obra Reciente 2020

Amarillo Damasco con Bodegon y Mandolina   Acrilico sobre Lino  80 x 112 cm CDMX - 2020