Estoy cerca de cumplir los
cincuenta años y ahora es cuando vengo a escribir sobre PUERTO CUMAREBO, de niño me pareció la ciudad mas bella del
mundo, íbamos en la camioneta Chevrolet de mi papá a visitar a mi tío Máximo, un mecánico bohemio de la CALLE INDUSTRIA, su casa
está en una colina desde donde se pueden ver los viejos tejados de almagre, la
torre de la iglesia y lo mas hermoso que he visto en mi vida, el azul cenital
del mar de las Antillas. Visitar a mi tío era una aventura de ensueño, podíamos
bañarnos en la playa porque todavía la empresa CEMENTOS CARIBE no la había cegado con sus toneladas de
piedra, mi tío tenia una novia a orillas del mar y era amigo de los pescadores
que arribaban en sus botes peñeros y nos obsequiaban las delicias de su faena.
En su casa de la colina mis hermanos y yo corríamos desaforados por la arboleda,
luego nos sentábamos debajo de las gigantescas hojas del árbol sagrado de la
fruta del pan, allí comíamos imantados por el encanto de ser niños, las
Ciruelas de Huesito, la Caña de Azúcar, el ácido Cerezo, la dulce Chirimoya y
para cerrar con broche de oro, LA REFRESCANTE AGUA DEL COCO. Luego visitábamos
algunas bodegas del centro donde mi madre compraba conserva de Batata, de
Plátano y unos dulces de Fororo llamados GOFIOS, maíz tostado con sabor a
gloria, después visitábamos EL CLUB BELLA VISTA donde los adultos tomaban
cerveza y yo miraba embelesado el oleaje del mar. Al final contemplábamos la
puesta de sol y todo Cumarebo quedaba como envuelto en una bruma violácea,
hasta que el sol desaparecía por los lados de Médano Blanco. Ya de noche
regresábamos a Coro con la esperanza de que mi madre regresara pronto a
Cumarebo a vender los sombreros, dos señores se los compraban, uno vivía en un
pueblo de la montaña llamado LA
CIENAGA , a quien el poeta Luis Alfonso Bueno escribió unos
versos que la describen en su esplendor, COMO UNA FLOR TE VES EN LONTANANZA, AL
REGAZO GENTIL DE LA MONTAÑA, EN TU LUZ QUE MIRA EL MAR. La casa del comprador
tenia un aire mediterráneo, el azul del mar se metía por las ventanas, y en el
patio central con balcones colgaba un parral repleto de jugosos racimos de uva,
cuarenta años mas tarde volvería a ver estas imágenes en los países
mediterráneos del medio oriente. Mi madre se tranzaba el negocio de la venta de
los sombreros con aquel hombre pausado, sigiloso y serio, luego los hijos de
este se metieron en serios problemas y los fueron matando a tiros uno por uno,
yo asistí con mi madre a los velorios, una vez vi a un hombre en un ataúd cuya
cara estaba cruzada por una línea de agujeros de balas de ametralladora, en ese
velorio vi por primera vez al mítico cantor de la música falconiana TINO
RODRIGUEZ, sin sospechar que mas adelante seriamos amigos, el cantaría para mi
y yo dibujaría su elegante retrato sepia.
El
otro comprador era el gerente de la FABRICA DE SOMBREROS ECUADOR, en pleno centro de
Cumarebo, allí llegábamos con la camioneta de mi papá atascada de sombreros de
palma y un obrero los iba pesando en una vieja romana, luego un barco los
trasladaba a Jamaica y República Dominicana, eran sombreros de faena para
jornaleros, pero un día la
FABRICA DE SOMBREROS ECUADOR ardió en llamas y alguien nos
aviso y salimos corriendo para Cumarebo y vimos el indomable fuego saliendo a
chorros por las ventanas hasta que la fabrica se convirtió en una cáscara
negra, un espacio incinerado, un monumento irrecuperable. Mi madre lloraba a
cantaros, mi padre fumaba como un preso que presiente su condena, pero ya mis
hermanas eran adultas y comenzaban a trabajar, así que mi madre cerró el
capitulo de los sombreros y le remató las doce maquinas de coser a un árabe tacaño de la calle bolívar, treinta
años después yo reviviría este capitulo cuando vi la película italiana CINEMA
PARADISO, todo lo que puede representar una edificación para una familia, creo
que fuimos a la escuela gracias a los sombreros que hacia mi madre y a la
receptividad brindada por LA
FABRICA DE SOMBREROS ECUADOR, cada vez que paso frente a sus
ruinas me persigue el fantasma de la nostalgia. Pero Cumarebo es algo mas que
eso, es besar a una muchacha a la sombra de un uvero de playa, es tomarse una
cerveza contemplando la bahía, es comerse un MAMEY a las cuatro de la tarde con
un murmullo de tortolitas, CUMAREBO son las voces y las guitarras de los versátiles
trovadores FAY y MINCHE BLANCO y el inmortal PACHE VARGAS con su canción
convertida en himno, QUE LINDO ES VIAJAR A CUMAREBO. Todos estos trovadores
cuando iban a CORO con mi tío MAXIMO tomaban café en mi casa, agradezco a dios
por este lujo de cardenales pontificios. En CUMAREBO nació mi padre JUAN PABLO
BELEN FANEITE QUIÑONES CASTILLO SEFEREN, mecánico, bohemio, y cantor de tangos,
de el herede el gusto por la trova y el oficio de serenatero. También puedo
decir que fui el primer pintor en retratar a Pache Vargas y el primero en ganar
el premio del salón de arte CEMENTOS CARIBE, el día de la premiación conocí a
mi amigo del alma al medico Ricardo Mora, a Roger Molina, a Franco Sisirelli, a
Florentino y Anita camarillo, a Mario Perales, al concertista de cuatro y
docente Amador Mussett. Una vez fui con la escultora Lía Bermúdez a buscar las
famosas piedras de Cumarebo mucho antes de que se convirtieran en souvenirs
para las repisas de los turistas, en la playa de Barranquita una marea de
resaca casi ahoga a toda mi familia habían desobedecido los presagios de mi
madre y en la playa de SANTA ROSA conocí a Laura Lucia una flaquita linda de
SAN PEDRO aficionada a los caballos de paso y estudiante de literatura, en QUEBRADA
DE HUTEM mi abuelo ADOLFO fue atacado por el demonio y ebrio de vida cayo al
fondo y se fracturo dos costillas, también recuerdo el asombro de mi hija
ANDREA, cuando el primo MONCHE ordeñaba sus cabras debajo de una Retama entre
el medano y el oleaje.
Por eso digo que entre Cumarebo y yo hay algo
personal, por eso tomare mi caballete con mis pinturas y me instalare un
domingo temprano en la plaza bolívar a pintar una vista panorámica del pueblo
con su sed de mar, con su anhelo de montaña, una calle en bajada que desemboque
en la playa, una bitácora de viaje que me catapulte desde los mágicos días de
mi infancia hasta el celaje de los grandes barcos que pueblan tus horizontes.
Jose Gotopo
Maracaibo - 2012
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