miércoles, 3 de octubre de 2012

FW: Colección de Arte, “Arte en Casa, arte para todos”.

José Gotopo, Taller de Arte, C.A

sus líneas, "Colección de Arte en Casa, Arte para todos"

se complace en invitarlos a ver nuestra nueva línea de Tazas en los siguientes Liks:



Te invitamos a darle me gusta a nuestra página en FACEBOOK
https://www.facebook.com/ColeccionDeArteArteEnCasaArteParaTodos?ref=hl

Apoyanos!!!!!!

TE RECORDAMOS QUE TENEMOS DESCUENTOS PARA REGALOS CORPORATIVOS!!!!

martes, 15 de mayo de 2012


Alirio Sánchez, un peregrino de la pintura.

Si hay algo difícil en la ciudad de Coro, es averiguar donde vive el pintor Alirio Sánchez, desde que lo conocí en la escuela de artes plásticas a finales de 1979, lo he visto en una eterna mudanza de taller por todos los sectores de Coro y sus caseríos circunvecinos, se puede decir que estamos frente a un pintor en transito, una especie de inmigrante dentro de su propio estado.
         
          Cuando vivía en Barquisimeto desarrolló un gusto por el paisaje pastoril, esa escuela fundada por Rafael Monasterio y continuada por otros paisajistas como Villalón, Requena, Echeverría, y Ramón Chirinos, por mencionar algunos. Alirio Sánchez pintaba paisajes con mucha habilidad, un día me invitó a casa de su familia ubicada en la calle Mapararí cerca del viejo mercado municipal, allí mostró una caja llena de bocetos sobre temas costumbristas, paisajes y personajes populares, me impresionó la cantidad de obras, siempre a sido un pintor prolífico y su obra posee un hilo conductor, los vasos comunicantes que le dan personalidad a su lenguaje visual.

            Durante muchos años fuimos hermanos del alma, yo lo acompañe en la romántica aventura del Grupo Tejas, comenzamos a pintar juntos en la plaza San Clemente donde él hacía gala de su destreza como pintor de paisajes, luego peregrinamos por distintos talleres, prestados, alquilados y hasta una vez invadimos una casa en la calle Aurora donde los jejenes iban matando al pintor José Pérez, la casa tenía muchos años de abandono y los murciélagos colgaban del techo, entonces yo decidí correr a los voladores con fuego, pero se me paso la mano y la casa se incendió, entonces corrieron los vecinos con baldes de agua y nos ayudaron a apagarla. Ese capítulo de nuestras vidas creo que jamás lo olvidaremos, después nos dio por ser promotores culturales y organizamos la retrospectiva del pintor Emilio Peniche y la Primera Feria del Arte y  la Cultura en el Paseo Alameda, luego nos aventuramos por todos los distritos del estado Falcón en la primera campaña muralística registrada en estos predios

          Pretendíamos transformar la sociedad a través del arte y la participación de la comunidad, pero cuando nuestros amigos de lucha e ideales llegaron al poder nos aplicaron el acido de la indiferencia, gracias a Dios el arte sobrevive a los embates del tiempo. Por eso el sigue siendo artista, jamás ha traicionado su vocación de pintor, ser pintor le da sentido a su existencia.

            Los pintores del grupo Tejas casi todos en un momento de nuestras vidas nos dedicamos a otras cosas, el único que nunca se ha apartado se la pintura es Alirio Sánchez, un verdadero sobreviviente del oficio, bien a podido quedarse pintando paisajes dulzones para turistas pero jamás ha dejado de indagar, siempre experimentando porque Alirio asumió la pintura como un  asunto de invención constante así se divorcio del paisaje tradicional y comenzó  ensayar unos guerreros pintados al óleo que lo acercaban al lenguaje figurativo de Alirio Rodríguez, claro está tomando distancia del maestro, luego se dedico por completo a dibujar con creyones prismacolor una figuración antropomorfa casi monstruosa que Alirio Sánchez expuso en la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Zulia, para esa época había fijado su residencia en Maracaibo, en el taller Macondo donde José Pérez le enseñó la importancia del lenguaje geométrico en la composición, entonces comenzó unas de sus series más hermosas y con las cuales ganó muchos premios, se trata de una especie de crucifixiones vegetales transparentadas sobre fondos geométricos, un lenguaje netamente surrealista donde se sintió cómodo por la libertad que se permitía. En esa época pintamos un mural a cuatro manos en la sede de la Escuela de Danza de la Universidad del Zulia, el rector Chinco Ferrer  nos felicitó y nos ofreció cupo en la universidad, pero la desnudez del sol estaba a punta de atormentarlo y emprendió el regreso a otra resolana, la ciudad de Coro donde lo hemos visto hormiguear a la intemperie, siempre cambiando de residencia, perseverando, reafirmándose ante las circunstancias que lo agobian, pero que nada han podido ante su actitud de no dejarse destruir.

            Ya en Coro comenzó a trabajar con una compañía de teatro, haciendo unos enormes decorados pintados a mano que presagiaban la nueva etapa de su pintura, unas meninas redondeadas poéticas y monstruosas, grandes retratos texturados con fondos abstractos y barrocos, fragmentos de bodegones en las esquinas, un preámbulo a su pintura actual que es una fina combinación de pintura y dibujo, grupos de mujeres sacadas de un romántico daguerrotipo, conforman una composición que al primer golpe de vista parece una filigrana como salida de un antiguo taller persa, un harén poético de colores análogos, una caligrafía figurativa cargada de belleza, de unidad y armonía pictórica.

            Alirio Sánchez es una de las figuras más sólidas en las artes plásticas falconianas, ha pagado con sangre el hecho de haber vivido toda su vida en el interior del país, pero esto no le resta para nada importancia a su valiosa obra.




José Gotopo

CHUCHO RUIZ, UN MARXISTA DE LA PINTURA.

           Hablar de la historia de las artes plásticas en el estado Falcón, es mencionar obligatoriamente a Jesús “Chucho” Ruiz, el educador por excelencia, el mismo que dedicó toda la vida a la formación de nuevos creadores en la Escuela de Artes Plásticas Tito Salas. Allí realizó sus primeros estudios bajo la tutela del maestro Domingo Medinas, en la primera promoción junto a Emilio Penique, Julio Camacho y Roberto Chirinos. Desde allí comienza su larga carrera pedagógica, veinticinco años al frente de un aula – taller por donde pasarían pintores y dibujantes de la talla de Nicasio Duno, Adonay  Duque, Romel Reyes, Henry Curiel, Régulo Gutiérrez, Mario Marín, Fernando Molina, Alexis Sánchez, Nelson Ventura, Douglas Rojas, José Luis Molina y Wilmer Gutiérrez entre otros.

                  
                  Yo di mis primeros pasos en este camino bajo su dirección, allá en la vieja escuela de la calle comercio, Chucho era un profesor puntual, con un alto sentido del humor, recuerdo que se burlaba de aquellos pintores que envenenaban sus cuadros con monturas barrocas, doradas y extravagantes, “...no monten sus obras con María Luisa...” nos decía muerto de la risa “…pónganle una que se llame Petra Thielen, Anacleta o Domitila Gutiérrez…”. Algunas veces se asomaba al pasillo y si no veía a nadie, le tocaba los senos a la Venus de Milo y le susurraba al oído, “...Mi amor te tengo olvidada...”.

                  No dejaba de hablar nunca, siempre con doble sentido, una vez me insultó porque me había copiado un cuadro que vi en la portada de una guía telefónica, enfadado me dijo, “…no vuelvas a hacer esa vaina, pinta tus propias cosas, ejercita el dibujo con creyones…”, entonces me fajé a dibujar, pero una cabra de ojos amarillos que estaba criando mi madre, entró al cuarto y se comió mis dibujo, Chucho al escuchar mi historia sonrió a carcajadas y exclamó “…la pintura tiene que servir para algo…”.

                  A mitad de la clase, a eso de las cuatro de la tarde venía un pequeño receso, comprábamos pan con mortadela y comíamos mientras conversábamos, la comida fue su gran pasión, era un sibarita empedernido que prácticamente se suicidó comiendo. En una parranda en el taller del carpintero José Mora sufrió un ataque de hambre y al ver que no había nada que comer, se encaramó en una silla y se comió una bola de graso de chivo que los carpinteros usaban para tonificar los serruchos, más tarde contó que el graso sabía a mortadela. Cuando cumplía año su esposa le compraba dos tortas, una para él y otra para los invitados. Un primero de enero en una parranda de guitarras en mi casa lo vi comerse un pernil el solo con toda la naturalidad del mundo, luego durmió durante tres horas para luego reincorporarse a la parranda. Una vez nos contó que durante su juventud había sido un combatiente durante la guerra de guerrillas al comienzo de la década  de los sesenta, fue atrapado por el ejército y pagó cárcel en coro junto al mítico guerrillero Chema Saher.
          Ambos fueron sometidos a brutales interrogatorios y torturas, una camarada que se encargaba de llevarle la comida diariamente más tarde se convertiría en su esposa, a su hermano lo lanzaron vivo desde un helicóptero, jamás supieron de él.     

                  El gobierno de Rafael Caldera le permitió volver a la vida civil, eso sí, sin jamás abandonar su aptitud de hombre de izquierda, allí fue donde lo conocí en la década del setenta, recuerdo sus lienzos de grandes dimensiones y colores estridentes que me llamaron profundamente la atención, temas fundamentados en el realismo social, en el discurso contestatario y la temática de lo cotidiano, el caso del brutal asesinato del niño Vegas Pérez, la lucha armada contra el gobierno de Betancourt, la guerra de Vietnam, además de temas populares y costumbristas como la señora que plancha, el vendedor de periódicos, el limpiabotas, los buhoneros y su modelo favorito: Dochito el matador de cochinos.

                  Chucho Ruiz nunca fue un pintor complaciente, jamás pintó la zona colonial para congratularse con los mantuanos de Coro o con los turistas que tienen una falsa imagen de la ciudad, nunca “caramelió” su obra para hacerla comercial. Salvaguardando su pintura, se dedicó toda su vida a pintar  vallas publicitarias, era muy diestro pintando letras, símbolos y logotipos, con eso logró mantener a su familia. Siempre asumió la pintura y la docencia como un apostolado y esa aptitud es digna de admirar, una vez pintó a mi padre en su oficio de trovador en una parranda de tangos y milongas, hizo el boceto con un lápiz al vuelo, luego lo trasladó al óleo y tituló la obra “El guitarrista”, esta imagen adorna la sala de la casa de su esposa en la Florida.

                  Cuando llegó la televisión a color duraba horas mirando las comiquitas, decía estar impresionado por el color y la luminosidad de las historietas. En la última etapa de su pintura dio un vuelco hacia lo ecológico, buscando una respuesta a ese enfrentamiento ciego entre el hombre y la naturaleza, hizo una serie de obras que tituló “Árboles sangrantes”, recuerdo particularmente una que era una máquina devorando árboles a capricho, entonces le dije que si no le preocupaba que la obra fuera más literatura que cualquier otra cosa, entonces respondió enfático que toda obra pictórica es forma  más contenido.

                  Nunca se apartó de lo figurativo, fue un pintor de formas concretas, colores saturados y pinceladas gruesas y pastosas, los obreros sus personajes predilectos, se trata de un artista que traduce el discurso marxista a la pintura. El último cuadro que pintó fue un obrero caído del andamio con los ojos brotados en el aire, entonces murmuró: “…es que no hay andamios lo suficientemente fuertes para sostener a los obreros…”.

                  De forma extraña, la obra que le da notoriedad a este pintor, fue una serie de bodegones semi-cubistas que lo convierten en el primer falconiano orientado hacia este tipo de lenguaje universal, allí radica su importancia como creador, sus bodegones se deslastran de toda literatura discursiva para quedarse solamente con la pura plasticidad; una plasticidad que se desnuda en un lenguaje semi-abstracto, poderoso y adelantado para esa época, de allí su incomprensión. Esa obra reclama una nueva revisión desde una óptica histórica que la revalorice.

          De él aprendí el rigor de la composición y el placer de pintar bodegones, lo recuerdo gordo y alegre, caminando ida y vuelta hasta la vieja escuela de artes plásticas, pero este ejercicio físico no le sirvió de mucho, su desordenada forma de comer le produjo un accidente cardiovascular que lo dejó aturdido, Emilio Peniche y yo fuimos a visitarlo a la casa hogar de Cumarebo, donde estaba recluido, esa fue la última vez que lo vi., allí estaba en silla de ruedas, solo y triste como un árbol del desierto, mirando aletargado el azul cobalto de la bahía, el vuelo de los pelícanos y las grandes barcos que cruzan el mar de Las Antillas.

José Gotopo
05-04- 2012

martes, 8 de mayo de 2012

RADIO PANTANO


Pionero de las emisoras comunales en Venezuela


A mi hija Andrea Quetzalí, nenúfar iridiscente en el agua de mi corazón

“En cada barrio hay,
por lo menos un loco
en cada loco hay,
por lo menos un sueño
en cada sueño hay,
por lo menos un drama
fiel al loco que le dio la eternidad”

Rubén Blades


          Todavía no terminaban de ponerme la camisa blanca cuando mi madre me dijo: “esa señora que esta en la puerta va a ser tu madrina, así que te vas con ella hasta la catedral, allí te van a bautizar”.  La señora me tomó del brazo y nos fuimos caminando hasta la zona histórica de esa ciudad solar que llaman Coro, cuando pasamos frente al liceo Cecilio Acosta vi venir por la calle Ampies a un hombre diminuto, barbado y canoso, con una carretilla de madera y una jauría de perros mansos que lo seguían, enseguida le pregunte a María Capielo, ¿Quién es aquel extraño personaje? Ella sonriendo me respondió. “ahora si pues, no me digás que no conocés a radio pantano”.

           Mas tarde me entere que ese personaje mítico de la corianidad se llamaba Carlos Eugenio Ugarte, hijo natural de Otilia Ugarte, de su padre nunca se supo nada, muchos afirman que nació en Cabure de donde lo trajeron muy pequeño, otros dicen que nació en Coro, en la misma casa del barrio el pantano donde se crió, en la calle Miranda entre Riera y ese camellón de tierra donde vivían esos músicos geniales; los hermanos Palencia del grupo Duvisí, tan geniales que terminaron otorgándole nombre a la calle.


          El barrio “el Pantano” es una de las zonas mas populosas de la ciudad de Coro, a comienzos del siglo XX era un suburbio pantanoso, una ciénaga donde desembocan unas quince quebradas que atravesaban la ciudad de Coro y creaban un río de aguas limpias que succionaban los medanos y a su paso dejaban grandes lagunas en donde los lugareños solían ir de pesca o de cacería. Se presume que estas quebradas eran fuentes naturales de riego para los indios caquetíos que habitaron esta zona y tal vez está sea una de las razones para el posterior asentamiento de los españoles.


          Los conquistadores habían aprendido el arte de canalizar el agua en la lección de los moros del sur, por eso canalizaron el río Coro a la altura de Caujarao y por un canal de ladrillos bajaron el agua hasta varios puntos del centro de la ciudad, donde la gente disponía de agua fresca y limpia para usos domésticos.

          Para aquel entonces la ciudad era una arboleda con mejor clima, gracias a la presencia del agua canalizada. Este acueducto desembocaba en esa ciénaga movediza en la zona norte, que poco a poco se fue endureciendo.  Como es de suponer estos terrenos presentaban dificultad para ser habitados, no obstante la gente de bajos recursos, sobre todo criadores de chivos y pescadores de la zona occidental del estado llegaron a Coro con la esperanza de mejorar su nivel de vida y fundaron este barrio que fue dejando de ser pantanoso a medida que algunos aspectos de la modernidad fueron llegando a la ciudad, cabe mencionar la red de cloacas y la represa El Isiro que nos trajo agua potable por tubería y permitió que los hacendados se adueñaran   del acueducto diseñado por los españoles y mejorado por el gobierno de Marcos Pérez Jiménez. El canal de agua fría donde mi hermano Cruz y yo solíamos bañarnos fue truncado y solo llegaba hasta la huerta de mangos de Chichito Pulido, bordeando todas esas haciendas que enmarcaban el camino hacia el Río La Peñita, donde los estudiantes del Liceo Esteban Smith Monzón nos bañábamos cuando esta ciudad aún conservaba muchos encantos de la ruralidad. Con el agua por tuberías también llego la desaparición de los grandes bosques que alguna vez tuvo la ciudad de Coro, nombraré algunos El Bosque de la quinta el Palmar, El Bosque del Parque Los Orumos, El Bosque de la Sede del Ministerio del Ambiente, detrás de la residencia del gobernador, El Bosque de la Sede del INOS, en la calle Cuba del barrio San Bosco, El Bosque de la Calle Democracia Arriba, frente a la casa de Monche Martínez, El Bosque detrás del taller de Chucho Borregales, en el barrio Bobare y la Arboleda de Petra Gudiño donde solía bañarme en sus aljibes antes de que construyeran la urbanización Los Antonios. Todos estos bosques fueron muriendo lentamente como una migración de elefantes en el desierto.

          Aunado a eso las quebradas fueron recubiertas con concreto y el agua se hizo tan mezquina en sus causes que solo aparece cuando llueve a cantaros. De este modo la tierra se endureció, y los habitantes del barrio “El Pantano” comenzaron a forjar su destino en una ciudad que no fue nada fácil de conquistar, no solo por los problemas geodésicos, sino también por el orden jerárquico del mantuanismo coriano que siempre los vio como campesinos del suburbio,   ajenos al trazado cuadricular de la conquista.

          Lentamente la gente del barrio se integró a la dinámica de la ciudad y ha sido vanguardia en diversos géneros del conocimiento, cabe mencionar: La Música y el deporte. Un hermano de mi abuela, el músico Gilberto Riera compuso la canción El Pantanero, que es un himno para los lugareños. El trovador Asunción Riera a quien mi padre llamaba el sobrino, cantaba esta canción acompañado de su cuatro con una gracia y un ritmo único y si queremos mencionar a dos pantaneros universales, basta nombrar al guitarrista Yamil Marrufo y al pintor Adonay Duque.

          Pero le prometí a mi hija Andrea Quetzali hablarle de Radio Pantano y siento que me estoy dispersando; bueno hija Radio Pantano nunca fue a la escuela pero aprendió a leer y escribir de manera autodidacta, aprendizaje que mas tarde lo catapultaría a convertirse en un notable poeta. Su primer oficio fue la panadería, donde demostró habilidades de escultor, haciendo figuras con la harina que luego horneaba, para complacer a los clientes que solicitaban panes con formas tridimensionales reconocidas. Desde muy joven trabajo en la panadería de los hermanos Pelayo en la calle Colina, donde comenzó  a fluir su veta de artista, siempre inconforme con la vida cotidiana, pero su verdadera pasión fue la literatura, lector voraz, escritor de versos y declamador repentista. Pronto ganó popularidad entre los habitantes de la comarca, quienes lo reclamaban para que escribiera por encargo los obituarios, oficio que le permitió dejar la panadería y dedicarse por completo a la bohemia. De golpe el licor lo iluminó y en un acto de irreverencia apareció públicamente convertido en una especie de locutor – juglar que con una originalidad telúrica va narrando los acontecimientos más importantes de la ciudad.
          Con tablas irregulares y una rueda de metal construyo una larga carretilla a la que llamaba “La unidad Móvil”, acompañado de su entrañable perra “Ñeña”, a su teatralidad le fue incorporando diversos canes hasta llegar a la suma de 17 perros al final de su vida.

           Radio Pantano presumía ser la única emisora que trabajaba sin electricidad, en un momento de la historia nacional donde nadie soñaba con las emisoras comunales y las pocas que existían pertenecían a las familias pudientes, empresarios y terratenientes que utilizaban los medios de comunicación para acceder o manipular el poder político y económico.

           Para Carlos Eugenio Ugarte ser Radio Pantano era su razón de vida, su locura, su poética y su obsesión, el se mantenía de lo poco que le daba la gente por limpiar solares y botar basura en la unidad móvil, a pleno sol se plantaba frente a un negocio y con voz de locutor la cual variaba según la ingesta de alcohol decía: “…Bodega Las Cuatro Esquinas, atendida por su propio dueño, Heriberto Soto, víveres al mayor y al detal, pescado fresco, queso churuguarero, gallinas criollas, conservas de coco aguaditas, mecates para amarrar barcos y para los fracasados en el amor y un kerosene que da una luz azulita por Dios de mi madre…”, al terminar la publicidad le decía a Heriberto “recuerda que la unidad móvil no trabaja sin gasolina” y el bodeguero le daba unas monedas y seguía su faena, cantaba una canción y decía el nombre del autor o del cantante que la popularizó, luego recitaba un poema porque desde los controles le indicaban que era la hora cultural, entonces declamaba Angelitos Negros, Verdades Amargas o Desiderata, luego miraba el sol y decía la hora:  “…en Radio Pantano son cinco para las tres de la tarde, tilín…”. La programación la iniciaba a las siete de la mañana con el noticiero; una vez informo que un grupo de esbirros durante el gobierno de Pérez Jiménez había allanado varias casas y apresado a varios estudiantes en la cárcel de Coro, donde estaban siendo sometidos a crueles torturas por no querer delatar  a sus compañeros. Al terminar la información, Radio Pantano se percato que un esbirro de la Seguridad Nacional lo había escuchado y lo estaba mirando, entonces con rapidez dijo: “Tilín, esta emisora no se hace responsable por los conceptos emitidos por sus colaboradores”.

          Cuando lo doblegaba el cansancio, después de recorrer tanta resolana, se acostaba a dormir en cualquier acera a la sombra de su carretilla. Luego se levantaba, compraba un cuartito de ron, rescataba a su amigo del alma, Narciso Sánchez, mejor conocido como “Chicho el loco” bohemio y vendedor de billetes de lotería, tenia el pelo y la barba roja, la piel tostada por el sol del caribe, se parecía al pintor holandés  Vincent Van Gogh, y usaba una gorra de marinero roída y desteñida   por el sol. Ambos compartían la misma novia, una anciana flaquita que llamaban la aguja, se la llevaban para un banco de la Plaza San Clemente y allí la besaban y le metían mano a destajo. Yo los veía porque me la pasaba pintando  la zona colonial, Chicho el loco siempre andaba con un cuatro desafinado, tenía el complejo de músico y un día la lotería cayó en Coro y el cliente ganador le regaló un dinero, “Bingo”, Chicho Salió corriendo para la Casa Japonesa, cuya sede estaba en la calle Bolívar con Churuguara antes de quedar echa una conserva por el fuego y allí compró una guitarra china anaranjada, luego fue a la licorería por una botella de ron de dos litros y se instalo en un banco de la Plaza San Clemente a darle manazos a la guitarra improvisando versos a la ciudad de Coro, allí estuvo todo el día en trance, poseído por un extraño demonio que lo colmo de alegría.


          Una vez Amador Bendayán  hizo Sábado Sensacional en Coro y promocionó un contrapunteo entre Radio Pantano y Chicho el loco, les ofreció dinero para que no tomaran licor y no dijeran vulgaridades, entonces llego la hora de la filmación y comenzaron bien, los dos se decían palabras con doble sentido pero Chicho el loco al ver que Radio Pantano le iba ganando la partida le dijo: “Si me seguís envainando te voy a dar una puñalada en el celebro”. Como era de esperarse Amador detuvo la filmación.

          Durante la década de los setenta radio Pantano se mudó a la calle 2  del barrio San Bosco, no se le conoció hijos, aunque las malas lenguas decían que Marta La Negra había tenido un hijo con él, su amor platónico fue Pastora Jordan la hermana de Pepe Lupe a quien no se cansaba de dedicarle poemas y canciones. Radio siempre vivió en piezas alquiladas y al final de su vida invadió un terreno al margen de los medanos en un sector llamado “Los Pozones”, allí construyó un rancho, frente a la laguna de Los Orumos pero se quejaba, decía que en ese lugar llegaba poca señal y eso no era bueno para su emisora. Intentó cambiarle el nombre a la radio pero le fue imposible, hasta los cujíes lo conocían como Radio Pantano.

          Cuando la muerte lo sorprendió, apenas contaba con setenta años, pero aparentaba mucho más por el estilo de vida que había llevado, un infarto le borró la señal mientras dormía, días después lo encontraron fuera del dial, los perros jamás se apartaron de él, dicen que su cuaderno de poesía quedo en manos  del poeta Gregorio Meléndez, sería interesante revisar ese manuscrito.

          Un día pasó por Coro Renny Ottolina y entrevistó a Chicho, la ultima pregunta fue ¿Quién es mejor Radio Pantano o tu?, Chicho trago grueso se pasó la mano por su cabellera rojiza y su barba canosa, luego miró el cielo como buscando respuesta, bajó la mirada, miró a Renny  y  enfático respondió “Radio Pantano es mejor que yo, porque el es poeta y yo apenas soy músico”

 José Gotopo
                                                                                                                              Maracaibo, 27/02/2012  
  Fuente fotográfica:  http://hernan-blanco.blogspot.com/2010/09/san-bosco.html                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

REFLEXIONES PARA CELEBRAR EL DIA DEL ARTISTA PLASTICO


José Gotopo -  2012 

En los últimos diez años los actores del mundo político nacional cambiaron, nosotros los pintores por apáticos, prepotentes y ermitaños nos quedamos fuera de la jugada, en la Asamblea Nacional no hay nadie que levante la mano por la pintura y paradójicamente el presidente de la república es un pintor amateur. Hemos pasado de una exclusión a otra, antes porque éramos de izquierda, ahora porque somos una elite y no pintamos como ingenuos o primitivos. Si hay algo que no se perdona es que una persona venida de la pobreza haya triunfado en la cuarta república, porque su triunfo echa por tierra una falsa filosofía donde ser pobre es un valor en si mismo, si un pobre venció a la pobreza y se catapultó por encima de los obstáculos, se convierte en un estorbo, alguien que desmiente la oralidad de la teoría.

          Ese concepto de que el pintor no debe inmiscuirse en política, es una treta para mantenerlo en silencio, hemos pagado bien caro ese aislamiento

           A los pintores las instituciones nos llaman para exponer en una exposición colectiva en el marco de la celebración del aniversario de la institución y en ultima instancia para ser condecorado con un botón de honor el día del artista plástico, ese día nos meten en un saco a todos a “Tirios y Troyanos”  y de esa verbena salimos contentos porque nos encanta una condecoración. A veces uno lee el currículo de algún celebre pintor venezolano y queda exhausto con el numero de condecoraciones que ha recibido. A los burócratas grises les encanta cerrar su gestión condecorando a todos los artistas, y nosotros salimos corriendo a recibir la condecoración.

          En 1970 el pintor catalán Antoni Tapies dijo que los museos eran las catedrales del futuro y creo que se equivocó porque a las catedrales va mucha gente, sean fieles o turistas y a los museos en Venezuela aunque son gratis no va casi nadie, los museos de Venezuela tienen de todo, excelentes salas, colecciones, sabios en la materia, lo único que les falta es público, a pesar de que el gobierno revolucionario lucha a brazo partido contra el capitalismo, los venezolanos suelen reunirse en los centros comerciales, así que no esta demás que los pintores pensáramos en la posibilidad de exponer a futuro en los centros comerciales, ya que los museos perdieron el poder de convocatoria y no se sabe a ciencia cierta cual es su política, hacia donde están orientados. Particularmente creo que estos lugares dirigidos por una casta sacrosanta deben dejar de un lado la exclusivista tarea de sacralizar la obra de arte y orientarse hacia una labor mucho más pedagógica, de desmitificación e inclusión donde los niños sean los protagonistas, a fin de garantizarnos a futuro una generación de venezolanos sensibilizados con el arte, desprejuiciar el museo que conocemos, donde no se habla, no se toca, no se come, donde los niños no pueden correr, ni  jugar y donde las inauguraciones parecen fiestas de un club privado. Aspiramos un museo  donde el hombre de la calle pueda confrontarse con la obra de los grandes artistas universales, también con los cultores populares que le dan sentido de pertenencia e identidad a su comunidad.

          Durante años de educación exclusivista se le hizo creer al hombre de la calle que los museos eran lugares para un elite y la gente interiorizó esa información, y aún no hemos podido derribar ese prejuicio, cuando los obreros asistan con naturalidad a un museo será porque se ha iniciado una verdadera democratización de la cultura.
  Los artista que habitamos en el interior del país creímos que con la salida de la señora Sofía Imber del monopolio de la Red de Museos de Venezuela, cesarían las trabas burocráticas que impiden la posibilidad de que nosotros podamos exponer en los museos de Caracas, lamentablemente las trabas burocráticas persisten y los museos de la capital no están interesados en lo que nosotros hacemos, mucho menos podemos esperar que aparezca  alguna institución que promueva la obra de los artistas regionales en el exterior, cada quien debe asumir su proyección como un asunto personal, a diferencia de la política cultural cubana, que con menos dinero sus artistas han llegado mas lejos, eso indica que es un asunto de gerencia mas que de recursos.

           Para exponer en alguna embajada o consulado de Venezuela en el mundo hay que ser amigo intimo del embajador o del cónsul, es decir por lo menos haber  jugado metras con él, de lo contrario te puede suceder como a mi que los cónsules de Nueva York y Paris me ofrecieron sus salas de exposiciones, siempre y cuando me costeara mi boleto y mi estadía en esa ciudades.  Acaso los agregados culturales de las embajadas están imposibilitados a establecer  un tipo de enlace con el Departamento de Asuntos Internacionales del IARTES, a fin de que los artistas invitados a proyectar la cultura de Venezuela en el mundo no naufraguen por falta de recursos.

          Cada vez que conozco algún agregado cultural de la revolución, recuerdo al pintor falconiano Olimpio Galicia Gómez, poeta, cuentista, editor, promotor cultural, eterno militante de izquierda, técnico en construcción civil, ingeniero, luchador social, docente universitario, posee todas las credenciales para cumplir a cabalidad las funciones de un agregado cultural, pero tiene varios elementos en su contra, no tiene ningún padrino en el partido y lo peor no vive en Caracas, santuario nacional donde se cocinan todos los cargos. Los artistas que militamos toda la vida en la izquierda esperábamos ser llamados a trabajar en función de la construcción del país que todos soñamos, pero los oportunistas y su clan de disfrazados nos ganaron la partida, paradójicamente otra vez nos excluyeron y tal vez existan razones; cuando el presidente Chávez hizo el primer llamado para la constitución de la Asamblea Nacional, se postularon y ganaron su derecho a voto escritores, cineastas, cantantes de música venezolana, promotores culturales, mucha gente ligada a la cultura, menos los pintores, siempre considerándonos por encima del bien y el mal, elegidos de Dios en nuestra arrogancia, apáticos hacia el mundo de la política, alérgicos a cualquier tipo de trabajo comunitario, históricamente incapaces de organizarnos, deberíamos recibir clases de los pescadores y de los buhoneros, eso si, siempre dispuestos a la bohemia para luego hacer talco a nuestros colegas, con comentarios lapidarios.

          Tampoco podemos echarle toda la culpa al gobierno, porque el primer Ministro de Cultura que designo el presidente Chávez fue el pintor Manuel Espinoza, quien no hizo ni la cuarta parte de la gestión que ha realizado el maestro José Antonio Abreu a favor del Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, que se han convertido en el símbolo de la cultura gubernamental, cuestión que hay que admirarle al maestro Abreu, puesto que recibió todo el apoyo del Dr. Luis Herrera Campins y luego fue Ministro del Bachiller Carlos Andrés Pérez y ahora es un símbolo de este gobierno, su alumno Dudamel es la punta de lanza de todo el sistema, un artista genial sin duda alguna, ojala los gerentes de la cultura comprendan que nos es el único, puesto que el país esta colmado de valores humanos trascendentales

          A estas alturas nadie recuerda al pintor Manuel Espinoza, ni nada que haya hecho favor del crecimiento de la actividad pictórica en nuestro país, da la impresión  que la pintura va de ultima y con la lengua afuera, hemos visto con buenos ojos como el gobierno a repotenciado al cine nacional, también hemos aplaudido las miles de nuevas publicaciones, editadas por las imprentas del gobierno, entusiasmados hemos asistido a los festivales nacionales de teatro y poesía, pero que pasa con la pintura, será que siguen viéndonos como una elite de constructores de objetos lujosos destinados a decorar las casas de los ricos, es bueno que el gobierno se entere que el 90% de las galerías comerciales dirigidas por empresarios pudientes cerraron sus puertas y abrieron en otros países, la mayoría de los pintores de este país, están pintando obras tamaño carta y hasta mas pequeñas me atrevo a decir, por estas razones estamos llamados a reinventar el oficio de pintor, rescatar la versatilidad que tuvo en otros tiempos, donde el artista asumía obras por encargo sin que esto desmeritara su lenguaje personal y sin perder su dignidad de artista bajaba de su pedestal para realizar tareas menores como diseños de vestuarios, escenografías, ilustraciones, afiches, emblemas, logotipos y otras actividades que emparentaban al artista con los miembros de la comunidad. 

         No cabe duda que el maestro Dudamel reinventó la imagen del director de orquesta, ahora el director sonríe, viste con los colores de la bandera, puede interpretar a Mozart y a Simon Díaz con la misma calidad, ya los músicos no están estáticos, también bailan y ya no están obligados a venir de hogares pudientes, pueden ser clase media o venir de la pobreza, esta es la bandera cultural del estado venezolano y como tal estos músicos han recibido todos los privilegios. Ante esta situación que hemos hecho los pintores; nada, ni siquiera hemos reflexionado, seguimos repitiendo los mismos hábitos de ermitaños, solitarios a ultranza e individualistas. El momento histórico se llama trabajo comunal pero lamentablemente no lo hemos entendido.

           En la ultima década el país cambió, lo único que se mantiene refractario son los críticos de arte, las mismas personas que durante cincuenta años se han dedicado a evaluar la obra de los artistas. Es preferible pelear con el presidente de la republica y no caerle mal a uno de estos señores, esta  secta culta, blindada y sacrosanta es capaz de hacerte añicos o elevarte, los pintores somos piezas de ajedrez entre sus manos, frente a ellos es mejor no saber hablar.

          Los pintores llegamos a la universidad con problemas de lectura y de escritura graves y así mismo nos graduamos, hacemos una tesis que no tiene ni pie ni cabeza, pero otro pintor nos evalúa y así  superamos el trance. Pasamos por la universidad pero estamos incapacitados para reflexionar sobre cualquier cosa, inclusive nuestra propia obra, o la de los colegas, por eso peregrinamos como mendigos detrás de algún intelectual para que escriba algo en el catalogo de la exposición.


          Todavía no sabemos que es un pintor con nivel universitario, porque actuamos igual a los que fueron solo a la escuela de arte, es decir somos torpes expresándonos oralmente y no estamos dispuestos ni a leer, ni a escribir una cuartilla. Por eso no hay pintores que sean dirigentes comunales, no, nos interesa ni la política, ni la filosofía, ni la sociología, creemos ser personajes elegidos por la providencia y nuestro oficio está por encima del bien y el mal, craso error porque en México el pintor Francisco Toledo es el alcalde espiritual de la bella ciudad de Oaxaca.

          Los concursos de arte otorgan premios cuyos montos son para sentarse a llorar, el máximo evento, el Salón Arturo Michelena otorga un premio de 30.000 Bs.f., esa cantidad es la que necesita un artista para hacer una obra de gran formato y pagar el flete de envío al evento. Esa cantidad no puede interpretarse como un premio, sino como una compra simbólica, porque al fin de cuenta lo valioso aquí es el diploma. Hace veinticinco años el ganador de este premio con el monto podía irse tres meses a Europa, en la actualidad estos premios deberían incrementarse como ha sucedido con los premios de literatura,  “Rómulo Gallegos” y “Víctor Valera Mora”, que ascienden a 100.000 Euros y 100.000 Dólares respectivamente por ganador y el jurado esta conformado por extranjeros, así evitamos  los vicios.

          Ser pintor y vivir en el interior del país es algo que se paga caro, puesto que en Caracas es donde se cocinan las oportunidades, somos un país escindido, Caracas se lo traga todo.

          A comienzos del siglo XX, el arquitecto que diseñó el Teatro Baralt llamó a un pintor para que resolviera el techo, ahora en el siglo XXI. Todos los días se diseñan edificios, pero ningún arquitecto convoca a un artista, esto se debe a que recibieron una enseñanza donde el conocimiento es una parcela, hemos retrocedido.

          Los comerciantes de arte modelaron el gusto visual de los venezolanos, para vender un cuadro hay que pintar con colores dulzones, un pintor de obras oscuras como Rembrandt se las hubiera visto muy mal por aquí.

           Los concursos de arte cumplen una función: mantener en pugna y separados a los artistas, el ganador del premio casi siempre se gana la enemistad de sus colegas, puesto que ellos creen que el otro les arrebató el triunfo.

          He dado batazos tan buenos como los de mi paisano Maglio Ordoñez, pero como los gringos en la época de Gómez nos enseñaron a jugar béisbol y no ha pintar a veces mis jonrones pasan desapercibidos, pero en otras gradas lejanas aún siguen aplaudiendo: en Turquía por ejemplo.

domingo, 8 de abril de 2012

JOSE LAURENCIO PEREZ; UN ESPIRITU RENACENTISTA



           

           Cuando ingrese como estudiante regular a la escuela de Artes “Tito Salas” en Coro, dos alumnos del cuarto año se disputaban el titulo de ser los más talentosos: Romer Reyes y José Laurencio Pérez, ambos eran dibujantes, pintores, grabadores y escultores. El primero un dibujante académico excepcional, con un dominio de la anatomía humana y una destreza a la hora de pintar y dibujar estampas y paisajes de la corianidad. La pintura y escultura de Romer Reyes sorprendían por ser de un realismo     sobrecogedor,    recuerdo     una exposición fin de curso donde expuso la obra “Anciana Ordeñando una Cabra”, la gente se amontonaba frente a la obra y decían “Dios mío parece una foto”. Luego su pintura dio un viraje hacia un surrealismo al estilo Salvador Dalí, pero nunca pudo desprenderse de la pintura académica. Durante un tiempo nos acompañó en la aventura inicial del grupo de arte “Tejas”, después se desempeñó como jefe del departamento de diseño grafico del tecnológico de Coro, y allí se distancio por completo de todos sus compañeros de la escuela de artes, hasta que jamás volvimos a saber de el, también su obra se hizo clandestina, lamentablemente.



           El segundo artista marcó una huella en la generación de pintores a la que pertenezco, se trata de José Laurencio Pérez, nacido en Acarigua y como la llanura misma, siempre fue un espíritu abierto y en constante expansión. Se vino a Coro cuando cumplió dieciocho años, a estudiar construcción civil en el tecnológico “Alonso Gamero” y por las noches asistía a las clases de  escultura y grabado con el profesor Antonio Villalobos, en la “Escuela de Artes Tito Salas”. Allí se inicio como teórico de las artes, todos los viernes en la noche dictaba una charla sobre algún tema interesante; la critica, la reflexión y el análisis formaban parte de su personalidad. Al igual que Reyes, era un gran dibujante y tenia un vasto conocimiento de la anatomía humana, cuestión que le permitió realizar una pintura que combinaba el realismo social con un surrealismo muy influenciado por Héctor Poleo, representaba personajes hechos con el mismo material de la tierra y que el tiempo iba craquelando con dramatismo, había digerido muy bien la lección de Poleo, tratando temas históricos como la imagen de José Antonio Páez. Pérez logró obras de gran factura que fueron confrontadas en concursos de arte en donde la denuncia como era de esperarse pasaba inadvertida.

             Este pintor sentía una gran predilección por el paisaje, lo resolvía con una síntesis a base de manchas, una vez no tenia lienzo y se quitó la franela blanca que usaba y la tensó sobre un bastidor, luego la humedeció y con violetas y naranjas pinto un paisaje como en diez minutos, todos quedamos como atontados, después queríamos robarnos el cuadro.

             José Laurencio siempre fue un luchador social, militante de izquierda por herencia, era hijo de un poeta pregonero fundador del partido comunista en Acarigua. El tecnológico de Coro y toda esa efervescencia juvenil de izquierda, a finales de los setenta le permitió realizar  trabajos de campo en la barriadas mas populosas de Coro, las residencias donde vivió siempre aparecían en las fichas de la  DISIP y más de una vez los visitaron a medianoche, por supuesto.  Un día de 1979 combinó su acción social con la pintura de paisajes y  recorrió todas las aulas de la vieja escuela de artes, con Alirio Sánchez planteando la creación de un grupo de pintores al aire libre, a fin de reunirse todos los domingos en la plaza San Clemente. Pérez propuso la posibilidad de que esta plaza a futuro se convirtiera en algo parecido al “San German de los Prados” de los pintores parisinos. Entonces de manera temerosa levante la mano y aparecí con mis pinceles en la plaza el domingo indicado, tomamos café y arrancamos a pintar, recuerdo que allí estaban José Laurencio, Romer Reyes, Fernando Molina, Alirio Sánchez, Olimpo Galicia, José Luis Molina y Domingo Martínez animando la velada con su guitarra, pero la felicidad nos duro poco, un personaje emblemático de la corianidad llamado Rafael Sánchez, historiador, músico y comerciante de artesanías, se sintió ofendido al ver aquella pandilla  de jóvenes pintando alrededor de la cruz de San Clemente, nos pidió que nos retiráramos, puesto que nuestra acción era una blasfemia contra un símbolo de la cristiandad, José Laurencio Pérez le salió  al paso y le dijo de manera muy diplomática que pintar en la plaza no podía ser ofensa para nadie, pero el historiador encolerizado nos amenazó diciendo que nos íbamos a arrepentir y dio la espalda retirándose; para nuestra sorpresa este señor fue a hablar con el Obispo y al rato llegaron cinco patrullas y como cincuenta policías, en una acción casi de película norteamericana, José Laurencio los enfrento diciendo que no estábamos molestando a nadie, los policías insistían en que debíamos montarnos en las patrullas, pero después de la turbulencia nos retiramos aturdidos y al siguiente domingo continuamos pintando en la plaza todos los fines de semana durante unos dos años consecutivos.

Pintores del  Grupo Tejas en la fiesta fin de curso 1980, Escuela de Artes Plásticas de Coro.  De Izquierda a derecha José Pérez, Cheo Colina, José Molina, Isidra Sanquiz, Domingo Martínez, Mario Marín, Fernando Molina, Alirio Sánchez y José Gotopo.

           El poeta Ramiro Fuguet presenció el   percance con los policías  y escribió un artículo en defensa del “grupo Tejas”, uno de nosotros había dicho que aguantábamos más sol que una teja y así nos quedamos. Luego el locutor y ceramista Pablo Morales nos dio prestada una casa en el barrio Pantano Centro y allí creamos el taller libre de arte, donde José Pérez nos enseño gran  parte  de  lo  que  sabemos,  no solo lecciones de vida, nos enseñóla importancia del estudio sistemático en una ciudad donde ningún pintor estudiaba,  el valor de la academia y la universalidad, la importancia de la lectura y el cultivo del espíritu a través de la música, el diálogo y el viaje como terapia. Los sábados  en la noche tomábamos un autobús hasta Caracas para ver las exposiciones de los grandes artistas universales, Pérez veía las obras al tiempo que las iba analizando, nunca se callaba, el discurso lo llevaba en la sangre, era un líder por naturaleza.


           Fue el primero de nosotros en participar en el salón Arturo Michelena y nunca dejo de animarnos para que nosotros participáramos. Religiosamente todos los domingos leía el papel literario del diario el Nacional, cuando lo dirigía el poeta Luis Alberto Crespo; José laurencio Pérez intelectualmente nos llevaba mucha ventaja, tenía formación política y había leído a los grandes teóricos del socialismo, podía pasearse con tranquilidad por la historia, la filosofía, la teoría del arte, la literatura y la música, recuerdo que escribía testimonios, monólogos y también cantaba y tocaba  el cuatro, la primera canción que yo toque en la guitarra fue Penélope, de Joan Manuel Serrat, con su ayuda.

          José laurencio nos hizo comprender la importancia de la pintura de Domingo Medina y la manera de analizar una obra de arte  por la conjugación de sus  elementos plásticos y no por su discurso literario. Sabía todo lo que estaba sucediendo en el arte nacional y tenía información sobre los artistas internacionales más importantes.

           Su aspecto era de hippie a destiempo, usaba barba y pelo largo, la camisa por fuera y un mapire  de cocuiza que cargaba atestado de libros; un día  de mis catorce años me dijo: “LEE ESTE” Notas Sobre Arte, Cultura y Periodismo de  HEGEL. Cuando la artista uruguaya DOVAT  DE  MORQUIO se instalo en la cuidad de coro, para que su esposo fundara la Facultad de Medicina de la Universidad Francisco de Miranda; inmediatamente estableció una empatía con José Laurencio Pérez, ella había sido alumna del pintor y teórico uruguayo Joaquín Torres García y le regaló a Pérez el libro  fundamental de Torres, “Universalidad Constructivista”; al mismo tiempo que le enseño a elaborar el compás de medidas áureas  que usaban los antiguos griegos. José Laurencio quedo como imantado con esos objetos y  leyó el libro  varias veces  y  nos enseñó a usar el compás; dijo con solemnidad  que había una dimensión sagrada de la  geometría y que las culturas aborígenes del nuevo mundo la habían desarrollado; de golpe se convirtió  en un pintor geométrico,  decía que pintar era un asunto de construcción, en sus composiciones lo mas importante era la estructura, un discurso riguroso basado en un ordenamiento de planos sucesivos y texturados. Lanzó por la borda todas las lecciones que nos había dado sobre el dibujo y la pintura lúdica y olvido por completo  toda la espontaneidad  casi gestual que poseía para representar la anatomía humana.

               Años atrás mientras pintábamos en la plaza, José Laurencio abordo un paisaje paraguanero que titulo: “La Alambrada”, pero al final dijo “…esta composición esta muy vacía…”, entonces de las  nubes saco de forma rápida e insinuada el rostro del filosofo Alemán Carlos Marx, ese fue unos de sus celebres cuadros figurativos, junto a sus esculturas La Flaca y La Turista que le dieron notoriedad en la escuela de artes de Coro allá por el año 1979.

         Obsesionado por el arte geométrico un día dijo que se marchaba a Maracaibo a estudiar arquitectura, “Quiero ser como Miguel Ángel, pintor, poeta, dibujante, escultor y arquitecto”, y se fue a las facultad de arquitectura de la Universidad del Zulia, allí se convirtió en uno de los estudiantes más brillantes, la comunidad marabina lo llamaba cariñosamente el “CHEPEL”. Estudiantes de diversas universidades lo buscaban para que les dictara lecciones de de arquitectura y urbanismo, había entendido la sociología y el arte de crear espacios habitables y durante años se dedico a investigar la historia de la arquitectura moderna y contemporánea.

          Un día  regreso a Coro y nos convenció a Aliro Sánchez y a mí, para que buscáramos cupo en la universidad, partimos entonces a Maracaibo y creamos el Taller de Arte Macondo, José Laurencio se había convertido en una especie de evangelizador de la geometría, de manera subliminal la introdujo en la pintura de  Regulo Gutiérrez, Alirio Sánchez, Wilmer Gutiérrez y la mía, quien se percató de este fenómeno fue el profesor universitario Orlando Chirinos  quien nos hizo la observación.

          Alirio Sánchez no soportó el calor y regresó  a su propio calor, mientras que José Laurencio ganó el premio del salón de arte de la Universidad del Zulia y luego expuso en el Centro de Bellas Artes de Maracaibo, después recibió el titulo de arquitecto de manos del rector y extrañamente después de haber conquistado el ámbito cultural de la ciudad, se marchó sin decir nada a la ciudad de Acarigua de donde había partido en 1977, allá encontró el amor y actualmente se dedica a dos de sus grandes pasiones: la docencia y la arquitectura.

          José  Laurencio tiene el valor histórico de haber introducido el elemento intelectual en la pintura falconiana, él reinvento la imagen del pintor, le dio voz, idea, confrontación, análisis, reflexión, estatura académica, actitud política y deseos de superación. Gran parte de lo que somos se lo debemos, sus magistrales lecciones modelaron nuestra obra y nuestra personalidad.


José Gotopo
06-04-2012

         

sábado, 7 de abril de 2012

Ángel García Montero o la Reinvención de la Medicina.



          La primera vez que vi a Ángel García Montero fue unos segundos antes de que sonara el disparo, ambos estudiábamos en el ciclo diversificado Coro y esperábamos con impaciencia la señal del juez de partida que daba inicio al maratón que sería la punta de lanza de una amistad que desde 1981 ha sobrevivido a los avatares del tiempo. Más tarde descubrimos que otras pasiones comunes también nos acercarían, militábamos en una izquierda inocente sacada de los manuales del estalinismo, luego una manía de lectores voraces nos ayudo a derribar toda esa torre de Babel de lugares comunes y sobre todo la confrontación de la realidad, tuvimos la oportunidad de viajar y el gallo no era como lo pintaban.

          Un día abandonamos el atletismo y arrancamos a toda velocidad vislumbrados por el espejismo de la bohemia, muchas veces en trance rebasamos los límites del delirio, tomábamos licor sin reparar en cualquier lugar, desde palacios coloniales hasta las taguaras más sórdidas, como buenos habitantes de un país petrolero destruimos vehículos en el paroxismo de la parranda, enamoramos mujeres como si se tratara de coleccionar barajitas, tocábamos la guitarra, cantábamos, dábamos serenatas en los lugares más temerarios, escribíamos poemas en las servilletas de los restaurantes, comíamos en las areperas de la madrugada cualquier cosa con tal de sentirnos felices, hasta que un día nuestros organismos lanzaron sendas advertencias y detuvimos la carrera suicida, podamos nuestro círculo de amistades y abrimos un nuevo capítulo en nuestras vidas. Pero no todo en la bohemia fue tan malo, nuestras reuniones etílicas eran unas verdaderas confrontaciones intelectuales, un hervidero de ideas y especulaciones filosóficas sobre música, política, historia, filosofía, artes plásticas, religión, ciencia, tecnología, literatura, cinematografía y también sobre el más grande de los misterios: la mujer. Entre las mesas atascadas de botellas de cerveza, circulaba un infinito intercambio de libros, que al fin de cuenta era el aglutinante de nuestras amistades, a esa edad todavía no sabíamos que nuestra mayor pretensión era ser sabios, cada uno en su disciplina.

          Ángel García, fiel a su vocación de maratonista estudió deporte y el estudio de la anatomía humana y su funcionamiento, lo conecto con la medicina y un día se apareció con la noticia de que iba a estudiar en la Universidad de la Habana, algunos de sus familiares casi se infartan y ofrecieron resistencia, pero ya la vocación de médico lo había escogido y se fue a la isla con la necesidad de aprender, estoy casi seguro que de toda esa camada de camaradas que se fueron a los países “socialistas” en esa época, el único que estudió fue Ángel García, los otros hicieron una especie de turismo político que produjo grandes fundamentalistas de izquierda, burócratas y charlatanes de botiquines.

          Un mes de agosto apareció Ángel, contento y enérgico contando las aventuras de ser estudiante en un país marcado por los procedimientos de la policía soviética, a pesar del exceso de control Ángel narraba las partes esenciales de su aprendizaje y el rico ambiente cultural de la Habana, su amistad con artistas y con estudiantes de todas partes del mundo, que sin duda alguna fue la base para ir adquiriendo una visión universal del mundo y de las cosas. Ese día en la fuente de soda del ferial me convenció para que me fuera a estudiar arte en el instituto superior de arte en Siboney y contagiado por su entusiasmo un mes más tarde hice mi maleta y arranque para la Habana, una ciudad bella pero triste, allí Ángel me presentó a gente ligada al mundo de la cultura que años más tarde reencontraría en Nueva York, también me ayudo a inscribirme en el instituto y consiguió un dormitorio provisional para mí en un piso 15 de un edificio del Vedado, tenía una vista bellísima hacia la bahía, pero el ascensor no servía desde la época de Batista. Así que comencé mi peregrinaje de estudiante extranjero en Cuba, pero de la Habana a Siboney tardaba hasta cuatro horas esperando un autobús, un cubano me dijo que era por culpa de los reyes magos soviéticos que habían retirado la ayuda, los latinoamericanos siempre buscamos culpables afuera, además la comida del comedor era paupérrima y decidí comer en los restaurantes para turistas pero en poco tiempo quede sin dólares y como acostumbro a vestirme de colores en todas las esquinas la policía secreta me pedía pasaporte, entonces decidí regresarme a Venezuela.

          Ángel quedo desconcertado pero nos veíamos cada vez que él venía de vacaciones, a veces acompañado de uno de sus brillantes profesores, un día casi lo convencen para que fuera médico de guerra en Centroamérica, gracias a Dios rechazó la idea, luego se graduó en la universidad y regresó a Venezuela, donde comenzó a ejercer la medicina de inmediato, era el médico oficial de todos los familiares de la gente de izquierda y comenzó su revalida rural en los pueblos de Zazarida y Las Calderas, al tiempo que tenía una consulta gratuita los sábados en el barrio San Nicolás, ¡ay mi madre!... pero el gremio médico ultraconservador de la ciudad de Coro, que no es más que un fragmento de la inquisición española, comenzó a molestarse y enfilaron sus cañones, trataron de alejarlo lo más posible de Coro, comenzaron una campaña difamatoria donde afirmaban que él no era médico, tan solo había hecho un curso de acupuntura china, lo suspendieron del cargo como médico en la comunidad de Las Calderas, el rector de la universidad designado por Ildemaro Villasmil le boicoteó su revalida y no permitió que Ángel ingresara como docente en la UNEFM, una institución donde el clientelismo político, el nepotismo y el mantuanismo le ha garantizado nomina a más de un oligofrénico y por último, la directora regional de salud le cerró la consulta gratuita del barrio San Nicolás.

          Ángel García Montero había cometido tres pecados capitales, estudiar medicina en Cuba, pasar consultas gratuitas y aplicar medicina alternativa en un país donde los médicos son cómplices de los productores de fármacos.

          Ante tanta adversidad, Ángel ha podido dedicarse exclusivamente a la medicina privada o irse a trabajar al exterior, pero decidió seguir dando pelea desde adentro e inocentemente creyó que podía abordar el espacio político, entonces emprendió una campaña para postularse a concejal, yo lo acompañé pintando murales por pueblos y barriadas populares, para mí fue una actividad muy linda; compartiendo con la gente, pero al final resultó ganador el candidato de Acción Democrática, los Adecos disfrutaban el final de su reinado y esto sirvió para que Ángel entendiera que este no era su terreno, más tarde se acercarían políticos de varias tendencias a ofrecerle cargos importantes en la administración pública, Ángel inteligentemente los rechazó porque para esa época había entendido que el estado gasta todos los millones tratando de curar la enfermedades en los hospitales y ni un céntimo en su prevención. Aunado a esto la estructura burocrática del estado venezolano es pesada, megalómana e incurable y Ángel no va a envejecer lidiando con un mal endémico.

          De golpe decidió respirar otro aire y se fue a vivir a Caracas entonces algo milagroso sucedió, logró reinventarse así mismo, comenzó a estudiar de manera autodidacta las relaciones del cuerpo y la mente, las respuestas del cuerpo ante los problemas espirituales, las relaciones del ser humano con sus semejantes, sus metas, sus sueños y obsesiones. La significación del pasado y la importancia de aceptarnos, perdonar y perdonarnos, el estudio de los niveles de la conciencia, la importancia del entorno, la naturaleza, el cosmos y su relación con la energía vital que nos conecta al mundo, somos los átomos que conforman el cuerpo del universo.

         Desde la Fundación Creando Esperanza, Ángel García Montero se ha dedicado a dictar charlas y conferencias por casi todas las ciudades de Venezuela, no para curar enfermedades, sino para enseñar a la gente a vivir en armonía, a saber leer las lecturas del cuerpo, a utilizar la energía de la mente y ser creativos con nuestras propias vidas, porque la imaginación nos hace poderosos, mucho más si entendemos el funcionamiento de la mente, haciendo énfasis en las enfermedades que no curan los fármacos porque no son del cuerpo sino del alma.

          Hace años leí en un libro del doctor Freud, que uno termina pareciéndose al nombre que le asignan y cuando estudiábamos en el ciclo diversificado Coro, los amigos de Ángel lo llamábamos cariñosamente “el yogui”, y a la vuelta de los años, Ángel se ha convertido en un yogui contemporáneo su oficio de médico lo ha nutrido con el estudio de los métodos alternativos de la medicina oriental, sobre todo de los chinos y los hindúes, al mismo tiempo es un lector voraz de los autores más representativos de estos temas, pero su investigación no se queda allí, su tarea de escritor vive su mejor momento, incansablemente aborda diversos temas que van desde la física cuántica , hasta las técnicas mentales para el cambio y la importancia de la meditación. Actualmente prepara varios libros y es columnista en diferentes medios impresos

          Una de sus herramientas fundamentales es la programación neurolingüística, un viaje a México lo puso en contacto con los máximos exponentes de este método y desde entonces Ángel no deja de estudiar y experimentar sus procesos y resultados.

          A los cincuenta años ya se ha convertido en un sabio de la medicina, se la pasa leyendo, escribiendo, atendiendo a sus pacientes, orientándolos hacia una mejor calidad de vida, también ayudándolos a partir felices y agradecidos, ahora casi nunca se le ve, ni siquiera en los cafetines, parece que asumió el rigor de un monje trapense mezclado con un alquimista del renacimiento.



06/04/2012

José Gotopo



lunes, 30 de enero de 2012

Obras en el Taller - José GOTOPO


Efervescencia
100 x 150 cm
acrílico sobre lienzo


Sonata con sandia
100 x 150 cm
acrilico sobre lienzo



Una memoria de poesía
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo



Una bachata para violeta
acrílico sobre lienzo
111 x 167 cm



Un silencio de oro
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo



Un cuento con saltimbanquis para Andrea Quetzalli
óleo sobre tela
140 x 202 cm



Tus ojos cerrados
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo



Tributo a mi padre
óleo sobre tela
166 x 186 cm



Todos los árboles te miran
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo






Retrato del libertador en azul
acrílico sobre papel entelado
142 x 100 


Sombrero azul
acrílico sobre tela
141 x 170 cm



Sin temor al viento
140 x 170 cm
acrílico sobre lienzo



Siento brillar el espejismo
mixta sobre lienzo
150 x 150 cm



Sepia rosa
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo



Retrato de Bolívar en rojo
acrílico sobre tela
142 x 102 cm



Recuerdos que giran
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo




Piedra de luz
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo



Pastores de Belén
55 x 60 cm
acrílico sobre Cartón



Pastor de cabras
acrilico sobre lienzo
170 x 250 cm



Nostalgia
34 x 64 cm
acrílico sobre lienzo



Mujer reclinada con girasoles
óleo sobre lienzo
225 x 150 cm



Mi hija la ternura
óleo sobre lienzo
140 x 120 cm



Mi cuaderno es para ti
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo



Manuela con diadema
150 x 176 cm
acrílico sobre lienzo



Mala costumbre o supervivencia
mixta sobre lienzo
177 x 177 cm




La penumbra y sus desvelos
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo



La mesa esta encendida
143 x 173 cm
acrílico sobre lienzo



La francesa
oleo sobre lienzo
162 x 151 cm






Homenaje a Marcos Castillo
100 x 150 cm
acrílico sobre lienzo



Girasoles del tiempo
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo



Frida sueña con niños
óleo sobre tela
150 x 226 cm




En el solar del mundo
mixta sobre lienzo
165 x 200 cm



El vuelo del cristofué
acrílico sobre lienzo
100 x 150 cm




El espejo frugal
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo
José Gotopo


El día era una lluvia de oro
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo
José Gotopo


El arlequín
óleo sobre tela
152 x 194 cm
José Gotopo


Duendes sobre la mesa
100 x 150 cm
acrílico sobre lienzo
José Gotopo


Dos niños en el paisaje
mixta sobre tela
120 x 100 cm
José Gotopo






De seda Horizontal
70 x 70 cm
acrílico sobre lienzo
José Gotopo


Danzante del carnaval de Cartagena
óleo sobre lienzo 177 x 150 cm
José Gotopo




Cuatro niños en el paisaje
mixta sobre lienzo
56 x 85 cm
José Gotopo


Crepúsculo para los comensales
100 x 150 cm
acrílico sobre lienzo
José Gotopo



Cielo de oro
óleo sobre lienzo
79 x 64 cm
José Gotopo



Canción prehispanica
oleo sobre tela
150 x 102 cm
José Gotopo



Canción de la tarde
100 x 150cm
acrílico sobre lienzo
José Gotopo


Canción de la noche ebria
óleo 100 x 140 cm
José Gotopo




Barrio plateado por la luna
oleo sobre lienzo
170 x 170
José Gotopo

Bárbaro Rivas borracho en la alameda
óleo y asfalto sobre cartón masonite
100 x 124cm
José Gotopo

Bachata blue
100 x 150 cm
acrílico sobre lienzo
José Gotopo

Al fin trajo el verde mayo
100 x 173 cm
acrílico sobre lienzo


La Pintura en Cuarentena, José Gotopo - Obra Reciente 2020

Amarillo Damasco con Bodegon y Mandolina   Acrilico sobre Lino  80 x 112 cm CDMX - 2020