Este pintor sentía una gran predilección
por el paisaje, lo resolvía con una síntesis a base de manchas, una vez no
tenia lienzo y se quitó la franela blanca que usaba y la tensó sobre un
bastidor, luego la humedeció y con violetas y naranjas pinto un paisaje como en
diez minutos, todos quedamos como atontados, después queríamos robarnos el
cuadro.
José Laurencio siempre fue un
luchador social, militante de izquierda por herencia, era hijo de un poeta
pregonero fundador del partido comunista en Acarigua. El tecnológico de Coro y
toda esa efervescencia juvenil de izquierda, a finales de los setenta le permitió
realizar trabajos de campo en la
barriadas mas populosas de Coro, las residencias donde vivió siempre aparecían
en las fichas de la DISIP y más de una
vez los visitaron a medianoche, por supuesto.
Un día de 1979 combinó su acción social con la pintura de paisajes
y recorrió todas las aulas de la vieja
escuela de artes, con Alirio Sánchez planteando la creación de un grupo de
pintores al aire libre, a fin de reunirse todos los domingos en la plaza San
Clemente. Pérez propuso la posibilidad de que esta plaza a futuro se
convirtiera en algo parecido al “San German de los Prados” de los pintores
parisinos. Entonces de manera temerosa levante la mano y aparecí con mis
pinceles en la plaza el domingo indicado, tomamos café y arrancamos a pintar,
recuerdo que allí estaban José Laurencio, Romer Reyes, Fernando Molina, Alirio Sánchez,
Olimpo Galicia, José Luis Molina y Domingo Martínez animando la velada con su
guitarra, pero la felicidad nos duro poco, un personaje emblemático de la
corianidad llamado Rafael Sánchez, historiador, músico y comerciante de
artesanías, se sintió ofendido al ver aquella pandilla de jóvenes pintando alrededor de la cruz de
San Clemente, nos pidió que nos retiráramos, puesto que nuestra acción era una
blasfemia contra un símbolo de la cristiandad, José Laurencio Pérez le salió al paso y le dijo de manera muy diplomática
que pintar en la plaza no podía ser ofensa para nadie, pero el historiador
encolerizado nos amenazó diciendo que nos íbamos a arrepentir y dio la espalda retirándose;
para nuestra sorpresa este señor fue a hablar con el Obispo y al rato llegaron
cinco patrullas y como cincuenta policías, en una acción casi de película
norteamericana, José Laurencio los enfrento diciendo que no estábamos
molestando a nadie, los policías insistían en que debíamos montarnos en las
patrullas, pero después de la turbulencia nos retiramos aturdidos y al
siguiente domingo continuamos pintando en la plaza todos los fines de semana
durante unos dos años consecutivos.
El poeta Ramiro Fuguet presenció
el percance con los policías y escribió un artículo en defensa del “grupo
Tejas”, uno de nosotros había dicho que aguantábamos más sol que una teja y así
nos quedamos. Luego el locutor y ceramista Pablo Morales nos dio prestada una
casa en el barrio Pantano Centro y allí creamos el taller libre de arte, donde José
Pérez nos enseño gran parte de lo que sabemos,
no solo lecciones de vida, nos enseñóla importancia del estudio sistemático
en una ciudad donde ningún pintor estudiaba, el valor de la academia y la universalidad, la
importancia de la lectura y el cultivo del espíritu a través de la música, el
diálogo y el viaje como terapia. Los sábados
en la noche tomábamos un autobús hasta Caracas para ver las exposiciones
de los grandes artistas universales, Pérez veía las obras al tiempo que las iba
analizando, nunca se callaba, el discurso lo llevaba en la sangre, era un líder
por naturaleza.
Fue el primero de nosotros en
participar en el salón Arturo Michelena y nunca dejo de animarnos para que
nosotros participáramos. Religiosamente todos los domingos leía el papel
literario del diario el Nacional, cuando lo dirigía el poeta Luis Alberto
Crespo; José laurencio Pérez intelectualmente nos llevaba mucha ventaja, tenía
formación política y había leído a los grandes teóricos del socialismo, podía
pasearse con tranquilidad por la historia, la filosofía, la teoría del arte, la
literatura y la música, recuerdo que escribía testimonios, monólogos y también
cantaba y tocaba el cuatro, la primera canción
que yo toque en la guitarra fue Penélope, de Joan Manuel Serrat, con su ayuda.
José laurencio nos hizo comprender la
importancia de la pintura de Domingo Medina y la manera de analizar una obra de
arte por la conjugación de sus elementos plásticos y no por su discurso
literario. Sabía todo lo que estaba sucediendo en el arte nacional y tenía
información sobre los artistas internacionales más importantes.
Su aspecto era de hippie a
destiempo, usaba barba y pelo largo, la camisa por fuera y un mapire de cocuiza que cargaba atestado de libros; un
día de mis catorce años me dijo: “LEE
ESTE” Notas Sobre Arte, Cultura y
Periodismo de HEGEL. Cuando la artista
uruguaya DOVAT DE MORQUIO se instalo en la cuidad de coro, para
que su esposo fundara la Facultad de Medicina de la Universidad Francisco de
Miranda; inmediatamente estableció una empatía con José Laurencio Pérez, ella había
sido alumna del pintor y teórico uruguayo Joaquín Torres García y le regaló a Pérez
el libro fundamental de Torres,
“Universalidad Constructivista”; al mismo tiempo que le enseño a elaborar el compás
de medidas áureas que usaban los
antiguos griegos. José Laurencio quedo como imantado con esos objetos y leyó el libro
varias veces y nos enseñó a usar el compás; dijo con
solemnidad que había una dimensión
sagrada de la geometría y que las
culturas aborígenes del nuevo mundo la habían desarrollado; de golpe se
convirtió en un pintor geométrico, decía que pintar era un asunto de construcción,
en sus composiciones lo mas importante era la estructura, un discurso riguroso
basado en un ordenamiento de planos sucesivos y texturados. Lanzó por la borda
todas las lecciones que nos había dado sobre el dibujo y la pintura lúdica y
olvido por completo toda la
espontaneidad casi gestual que poseía
para representar la anatomía humana.
Años atrás mientras pintábamos
en la plaza, José Laurencio abordo un paisaje paraguanero que titulo: “La Alambrada”,
pero al final dijo “…esta composición
esta muy vacía…”, entonces de las nubes
saco de forma rápida e insinuada el rostro del filosofo Alemán Carlos Marx, ese
fue unos de sus celebres cuadros figurativos, junto a sus esculturas La Flaca y
La Turista que le dieron notoriedad en la escuela de artes de Coro allá por el
año 1979.
Obsesionado por el arte geométrico
un día dijo que se marchaba a Maracaibo a estudiar arquitectura, “Quiero ser
como Miguel Ángel, pintor, poeta, dibujante, escultor y arquitecto”, y se fue a
las facultad de arquitectura de la Universidad del Zulia, allí se convirtió en
uno de los estudiantes más brillantes, la comunidad marabina lo llamaba
cariñosamente el “CHEPEL”. Estudiantes de diversas universidades lo buscaban
para que les dictara lecciones de de arquitectura y urbanismo, había entendido
la sociología y el arte de crear espacios habitables y durante años se dedico a
investigar la historia de la arquitectura moderna y contemporánea.
Un día regreso a Coro y nos convenció a Aliro Sánchez
y a mí, para que buscáramos cupo en la universidad, partimos entonces a
Maracaibo y creamos el Taller de Arte Macondo, José Laurencio se había
convertido en una especie de evangelizador de la geometría, de manera
subliminal la introdujo en la pintura de
Regulo Gutiérrez, Alirio Sánchez, Wilmer Gutiérrez y la mía, quien se
percató de este fenómeno fue el profesor universitario Orlando Chirinos quien nos hizo la observación.
Alirio Sánchez no soportó el calor y
regresó a su propio calor, mientras que
José Laurencio ganó el premio del salón de arte de la Universidad del Zulia y
luego expuso en el Centro de Bellas Artes de Maracaibo, después recibió el
titulo de arquitecto de manos del rector y extrañamente después de haber
conquistado el ámbito cultural de la ciudad, se marchó sin decir nada a la
ciudad de Acarigua de donde había partido en 1977, allá encontró el amor y
actualmente se dedica a dos de sus grandes pasiones: la docencia y la arquitectura.
José
Laurencio tiene el valor histórico de haber introducido el elemento
intelectual en la pintura falconiana, él reinvento la imagen del pintor, le dio
voz, idea, confrontación, análisis, reflexión, estatura académica, actitud
política y deseos de superación. Gran parte de lo que somos se lo debemos, sus
magistrales lecciones modelaron nuestra obra y nuestra personalidad.
José Gotopo
06-04-2012
1 comentario:
Aunque era un niño en el inicio de los 80 recuerdo muy claramente a José Pérez, tuve la fortuna de compartir momentos que para mí son invaluables...de la mano de mi madre, Isidra Sánquiz...una mujer maravillosa. Gracias Gotopo por darle la dimensión que merece Pérez y los artistas plásticosa falconianos.
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