APOLINAR
CAZORLA BRITO
“Un Arriero del Hondo
del Guaratáro”

Cada trovador tenía que fabricar su
propio instrumento, tanto los instrumentos como los músicos parecían recién
llegados de África; la tambora serrana, el pandero, el cuatro y medio, el
maraquero y la flauta de matacan. El pintor Eudes Nava Soto, captó de manera
magistral la plasticidad de estos instrumentos y pintó una serie de obras en el
estilo post – cubista, que expuso en el edificio Santa Rosa de Coro en el año
1980, donde representaba cada
instrumento y tituló la muestra “Parranda Serrana”, pero lamentablemente después
de la muerte de Eudes, nadie sabe el paradero de estas obras.
Las canciones que interpretaba Apolinar pertenecían
a la memoria ancestral de la serranía, otros trovadores también se destacaron
en el mismo género; el “maestro y luthier Goyo Noguera, los salveros de San
Hilario y el compositor Ovidio Naranjo.
Cuentan que un día Apolinar bajaba desde
Curimagua a Coro en burro y al pasar por la aldea de “La Chapa” vio a una
quinceañera que conoció en la fiesta de un santo y de sopetón le expresó su
amor y su promesa de matrimonio, la quinceañera no lo pensó mucho y le dijo “Yo
me caso contigo, pero si me sacás de
este monte”. Enseguida Apolinar compró otro burro y bajó a Coro con su novia, se casó y se
instaló en la calle Purureche del Barrio Chimpire a dos cuadras de mi casa.
Todos los diciembres salían los cantores de la sierra, vestidos de caqui con su
maravillosa africanía y sus instrumentos talismanicos a poblar con su música
las casas del barrio donde los pobladores les ofrecían comidas y licores; y
ellos cantaban con ese dejo de tristeza, tan ceremonial, donde la ultima silaba
de la frase se extiende con un dejo
profundo y melancólico.
“yo salí un día a melear
por la orilla de la quebrá
me encontré con una arigua
de esas de boca ajumá
la
arigua estaba moliendo
en
el tronco de un guatequiche
primero molió la caña
y
después puso el trapiche”
Para esa época yo
tendría unos cinco o seis años, pero no dejaba de seguirlos en silencio, iba
casa por casa hasta que estos se perdían por los lados del barrio Cabudare.
Estos cantantes se hicieron famosos sin que casi nadie los conociera y sin
presentarse nunca en la televisión, en un país donde la televisión lo devora
todo. Años más tarde pasó por Cabure Ismael Querales acompañado de Alí Primera
y escucho la canción “ La Arigua “, que narra la historia de una abeja propia de
la Sierra de Coro y luego Ismael la popularizó con el grupo “Un solo
Pueblo” en la vos de Francisco Pacheco. También José Montecano grabó “el
Celoso”, Cecilia Todd “La Niña Inocente” y Gualberto Ibarreto “El Gallo Enano”.
Los corianos no saben las dimensiones de este trovador.
Un día vino a Coro el
periodista Renny Ottolina a grabar a los
cultores populares para su programa de televisión “El Show de Renny” y quedó
encantado después de escuchar a Apolinar, enseguida lo invitó a Caracas para
que participara en vivo en su programa, Apolinar agradeció la invitación pero
dijo que no, sencillamente porque no se montaba en carros ni en aviones, le tenía
un terror crónico a los automóviles, por eso cuando llegó a Coro le adapto un
motor de moto a una bicicleta y pasaba muy temprano en su extraño velocípedo
por el frente de mi casa, rumbo a la zona histórica por los lados de los tribunales donde trabajaba redactando
documentos a mano, luciéndose en su otro oficio, el de calígrafo. Trabajo que
ejercía a medio tiempo y que le permitía mantener a su familia sin tener que
dejar la música, esa pasión que eleva el espíritu.
Las últimas veces que vi a
Apolinar ya había mejorado un poco su
condición económica, esto le permitió comprarse una bicicleta “ Ralley “ la Mercedes Benz de las bicicletas, pasaba despacio por
la calle Aurora con su camisa blanca manga larga como un aristócrata de la
cultura Afrocaribe, hasta que al gobernador Ramón Antonio Medina se le ocurrió
tumbar una chorrera de casas que databan de la colonia para construir la
avenida Manaure, en un país donde las ciudades están hechas para los
automóviles y no para los peatones, los automovilistas se alegraron y
aumentaron la velocidad.
El día 6 de Octubre de 1975, a las
diez de la mañana Apolinar Cazorla Brito uno de nuestros más grandes juglares,
bajaba relajado en su bicicleta por la
calle Libertad, ya había pasado la casa donde nació el pintor Virgilio Trompiz
y se disponía a cruzar la avenida Manaure, cuando un auto a toda velocidad lo sorprendió
elevándolo por los aires, luego impacto contra el asfalto y rodo varios metros
hasta que se detuvo hecho jirones frente a la comercial Casa Néstor, donde por
casualidad pasaba una ambulancia que lo recogió de inmediato para llevarlo al
hospital general de Coro, donde murió a los veinte minutos de haber ingresado.
A los estudiantes del cuarto grado
del Colegio Carmen de Tovar nos llegó la noticia y varios amigos nos escapamos
y corrimos a toda velocidad al sitio del accidente, pero solo encontramos el tumulto de gente, la policía,
el pavimento ensangrentado y el cuadro de la bicicleta Ralley hecho un amasijo
de hierro. Ya en la antigua Grecia en
los tiempos de Sócrates se decía que del mal que uno huye, de ese mal muere.
JOSE GOTOPO
Enero 2019
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