miércoles, 30 de enero de 2019


APOLINAR CAZORLA BRITO
“Un Arriero del Hondo del Guaratáro”


          Era un negro sigilozo de baja estatura, había nacido en la aldea de Arenales al pie de la Sierra de San Luis, donde se volvió un personaje muy popular  por ser el artífice del grupo musical “Los Cantores de la Sierra”, exponentes de la “Salve y los Cantos de Velorios para Angelitos”.
           Cada trovador tenía que fabricar su propio instrumento, tanto los instrumentos como los músicos parecían recién llegados de África; la tambora serrana, el pandero, el cuatro y medio, el maraquero y la flauta de matacan. El pintor Eudes Nava Soto, captó de manera magistral la plasticidad de estos instrumentos y pintó una serie de obras en el estilo post – cubista, que expuso en el edificio Santa Rosa de Coro en el año 1980,  donde representaba cada instrumento y tituló la muestra “Parranda Serrana”, pero lamentablemente después de la muerte de   Eudes, nadie sabe el paradero de estas obras.
 Las canciones que interpretaba Apolinar pertenecían a la memoria ancestral de la serranía, otros trovadores también se destacaron en el mismo género; el “maestro y luthier Goyo Noguera, los salveros de San Hilario y el compositor Ovidio Naranjo.

            Cuentan que un día Apolinar bajaba desde Curimagua a Coro en burro y al pasar por la aldea de “La Chapa” vio a una quinceañera que conoció en la fiesta de un santo y de sopetón le expresó su amor y su promesa de matrimonio, la quinceañera no lo pensó mucho y le dijo “Yo me caso contigo,  pero si me sacás de este monte”. Enseguida Apolinar compró otro burro  y bajó a Coro con su novia, se casó y se instaló en la calle Purureche del Barrio Chimpire a dos cuadras de mi casa. Todos los diciembres salían los cantores de la sierra, vestidos de caqui con su maravillosa africanía y sus instrumentos talismanicos a poblar con su música las casas del barrio donde los pobladores les ofrecían comidas y licores; y ellos cantaban con ese dejo de tristeza, tan ceremonial, donde la ultima silaba de la frase se  extiende con un dejo profundo y melancólico.

“yo salí un día a melear
por la orilla de la quebrá
me encontré con una arigua
de esas de boca ajumá
 la arigua estaba moliendo
 en el tronco de un guatequiche
 primero molió la caña
 y después puso el trapiche”

            Para esa época yo tendría unos cinco o seis años, pero no dejaba de seguirlos en silencio, iba casa por casa hasta que estos se perdían por los lados del barrio Cabudare. Estos cantantes se hicieron famosos sin que casi nadie los conociera y sin presentarse nunca en la televisión, en un país donde la televisión lo devora todo. Años más tarde pasó por Cabure Ismael Querales acompañado de Alí Primera y escucho la canción “ La Arigua “,  que narra la historia de una abeja propia de la Sierra de Coro y luego Ismael la popularizó con el grupo “Un solo Pueblo” en la vos de Francisco Pacheco. También José Montecano grabó “el Celoso”, Cecilia Todd “La Niña Inocente” y Gualberto Ibarreto “El Gallo Enano”. Los corianos no saben las dimensiones de este trovador.

          Un día vino a Coro el periodista  Renny Ottolina a grabar a los cultores populares para su programa de televisión “El Show de Renny” y quedó encantado después de escuchar a Apolinar, enseguida lo invitó a Caracas para que participara en vivo en su programa, Apolinar agradeció la invitación pero dijo que no, sencillamente porque no se montaba en carros ni en aviones, le tenía un terror crónico a los automóviles, por eso cuando llegó a Coro le adapto un motor de moto a una bicicleta y pasaba muy temprano en su extraño velocípedo por el frente de mi casa, rumbo a la zona histórica por los lados de los  tribunales donde trabajaba redactando documentos a mano, luciéndose en su otro oficio, el de calígrafo. Trabajo que ejercía a medio tiempo y que le permitía mantener a su familia sin tener que dejar la música, esa pasión que eleva el espíritu.

          Las últimas veces que vi a Apolinar  ya había mejorado un poco su condición económica, esto le permitió comprarse una bicicleta “ Ralley “ la Mercedes  Benz de las bicicletas, pasaba despacio por la calle Aurora con su camisa blanca manga larga como un aristócrata de la cultura Afrocaribe, hasta que al gobernador Ramón Antonio Medina se le ocurrió tumbar una chorrera de casas que databan de la colonia para construir la avenida Manaure, en un país donde las ciudades están hechas para los automóviles y no para los peatones, los automovilistas se alegraron y aumentaron la velocidad.

          El día 6 de Octubre de 1975, a las diez de la mañana Apolinar Cazorla Brito uno de nuestros más grandes juglares, bajaba relajado en su bicicleta  por la calle Libertad, ya había pasado la casa donde nació el pintor Virgilio Trompiz y se disponía a cruzar la avenida Manaure, cuando un auto a toda velocidad lo sorprendió elevándolo por los aires, luego impacto contra el asfalto y rodo varios metros hasta que se detuvo hecho jirones frente a la comercial Casa Néstor, donde por casualidad pasaba una ambulancia que lo recogió de inmediato para llevarlo al hospital general de Coro, donde murió a los veinte minutos de haber  ingresado.

          A los estudiantes del cuarto grado del Colegio Carmen de Tovar nos llegó la noticia y varios amigos nos escapamos y corrimos a toda velocidad al sitio del accidente, pero solo  encontramos el tumulto de gente, la policía, el pavimento ensangrentado y el cuadro de la bicicleta Ralley hecho un amasijo de hierro. Ya  en la antigua Grecia en los tiempos de Sócrates se decía que del mal que uno huye, de ese mal muere.

JOSE GOTOPO
Enero 2019


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